mayo 2, 2024
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¿El amor lo puede todo?

Por: Gabriela Orihuela

“Es mi media naranjaˮ, “sin él/ella mi vida no puede continuarˮ, “el amor todo lo puedeˮ, “seguro que, con mi amor, cambiará su actitudˮ, “si se marcha me mueroˮ, “si me cela es porque está verdaderamente enamorada/oˮ, “los hombres no pueden controlar su deseo sexual y se buscará otra si no satisfago su apetitoˮ, “me prohíbe ciertas cosas por mi bienˮ, “a él no le gusta usar condón y yo lo complazco porque somos el uno para el otroˮ, resultan algunas de las expresiones que nos conducen, inequívocamente, al amor romántico, escudo de muchas de las manifestaciones de la violencia de género.

La psicóloga especializada en estudios de género y violencia, Mareelén Díaz Tenorio, expuso, en una entrevista para el Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y el Caribe (SEMlac), que “la idea del amor romántico es muy común entre adolescentes y jóvenes. Constituyen creencias sobre cómo deben ser las relaciones de pareja y qué se espera socialmente de nuestro comportamiento.

“El concepto de amor que se nos ofrece viene impregnado por una ideología patriarcal, que lleva implícita la dominación de un sexo, el masculino, sobre otro, el femenino, lo que sin ninguna duda afecta a ambos, aunque no de la misma manera. Tienen mayor desventaja las muchachas.

“Esta construcción patriarcal es difícil de cambiar y lleva a la aceptación errónea de conductas ‘tóxicas’ para las relaciones, que contribuyen a mantener un desequilibrio de poderes y terreno fértil para que se instaure la violencia de géneroˮ, agregó.

Por su parte, la filósofa Mirell Pérez, del Grupo América Latina: Filosofía Social y Axiología (Galfisa), del Instituto de Filosofía, comentó que “externaliza patrones culturales que se reproducen en la construcción de la subjetividad, en diversos productos comunicativos (resultados del cine, la literatura, la música, entre otros)ˮ.

Isabel Moya Richard, periodista y profesora, planteó que “cuando hablamos del mito del amor romántico nos referimos a la manera en que se ha construido un ideal del amor, entendido como la unión de dos mitades, la complementariedad, el ‘sin ti me muero’, ‘sin ti no puedo vivir’”.

Desde pequeñas, el cine y la literatura a través de grandes clásicos muestra que el amor nos librará de cualquier situación dañina que vivamos, ya sea, de una madrastra mala, de un hechizo mortal o de una bruja malvada; el amor, proveniente de un hombre, nos devolverá la vida, nos sacará de lo alto de una torre o nos despertará de un sueño eterno; en definitiva, nos dará la libertad.

Los mitos siguen reproduciéndose. Mediante Disney, las religiones, novelas y películas románticas en las que una mujer necesita de un hombre para encontrar la estabilidad — en todos los sentidos: económica, sentimental, emocional — y, por supuesto, para poder ser madres, meta que pareciera resultar única y exclusiva en la vida de cada una de ellas. Pues sí, se refuerza la violencia, el control sobre los cuerpos y la heteronormatividad.

Ana: el sueño del hombre perfecto

Ana tenía 23 años y trabajaba de camarera cuando conoció a su expareja, un joven dos años mayor que ella. La relación inició como en las películas que ella habituaba a ver: flores, bombones, declaraciones de amor en redes digitales y mensajes, y hasta una serenata a las 3:00 a.m.. “Era un sueñoˮ, se dijo ella.

Pocos meses después fueron a vivir juntos a casa del «maravilloso» novio. Con el objetivo de consolidar aun más su noviazgo, aquel chico le exigió controlar las finanzas de la casa. Ana tenía que darle su salario y él dispondría para las compras, salidas, regalos, todo.

Ella tampoco podía salir sola, a él le molestaba que acudiera a visitar a sus amigas sin su presencia. Iban juntos al parque, a la vivienda de sus padres, a hablar con la mejor amiga de Ana. La privacidad, inexistente.

Golpeaba la puerta, el novio, cuando no podía hacer que Ana cumpliera cada una de sus peticiones: bloquear a sus amigos o conocidos hombres; tener relaciones sexuales sin preservativo — porque eso demuestra entrega total — ; salir directo del trabajo para la casa y de la casa al trabajo.

Todo era un ciclo. Ana no sabía decirle adiós a su pareja. Su madre y sus amigas fueron el mayor soporte que tuvo y la ayudaron a salir de aquella relación donde “el amor no lo pudo todoˮ.

Mareelén Díaz Tenorio detalló, además, que el amor romántico «se manifiesta a través del ejercicio del control machista, por ejemplo: pedirle a la mujer que envíe fotos para saber dónde está, llamarla repetidamente para conocer qué hace y con quién, revisar su celular. Se ignora que el control no es amor».

Los celos compulsivos, la necesidad de tener localizada a la pareja en todo momento, la intención de conocer con quién habla, tanto de manera virtual o presencial o el aislamiento social, no son conductas normales, aunque, sabemos, se han normalizado bajo la premisa del amor.

Tal parece que en los finales de las mujeres debiera existir, solo, el amor por encima, incluso, de la superación y realización personal y profesional. Los cuentos han de cambiar.

La periodista Ania Terrero Trinquete escribió, en el textoAmor romántico: Los riesgos detrás de un mito, que “no pocos hombres comentarán que en sus relaciones son ellas las que controlan y habrá quien, por supuesto, asegure que no sufre este tipo de problemas. Porque del mismo modo que hay celosas y controladores, existen mujeres empoderadas y hombres que no discriminan. Y luego están, también, los que reproducen los estereotipos sin darse cuenta, sin intención de ser víctimas o victimariosˮ.

Entonces, ¿se trata de eliminar el amor o las relaciones de pareja? La respuesta es negativa. Lo ideal es educar a todas las personas y desmontar, desde todos los escenarios, los mitos del amor romántico.

Terrero Trinquete aseguró, en el mencionado texto, que “el amor auténtico no se sostiene sobre la adoración, el control o la pertenencia; sino sobre la libertad de cada individuo, la lealtad y el compañerismo, la capacidad de llegar a acuerdos, la equidadˮ.

(Tomado de Revista Alma Mater)

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