noviembre 22, 2024
Historias

Ignacio Manuel Reyes: Del escenario a “El Garaje”

La pasión por el automovilismo le viene a Ignacio Manuel Reyes casi desde la cuna. Su infancia en el holguinero municipio de Banes, rodeado de la afición de familiares y vecinos hacia los autos clásicos, le despertó el interés por más de un modelo o fabricante. Para suerte suya, y nuestra, tal grado de curiosidad encontró respuestas tempranamente en los libros y revistas de su padre. Saberes que bien emplea hoy.

El cúmulo de datos que se entretejen en su cabeza y transmite, con la vivacidad de sus juveniles años, es capaz de seducir a cuanto interesado ponga los pies en “El Garaje”, un singular espacio asentado en la populosa calle San Ignacio, justo en el casco histórico habanero.

Pero la formación académica de este muchacho nada tiene que ver con piezas o talleres mecánicos. Ignacio es graduado de Nivel Medio de Actuación en la Academia Vicentina de la Torre, de la ciudad de Camagüey. Cuando se hizo del título decidió emprender camino hacía el otrora Instituto Superior de Arte (ISA), y de allí egresó como teatrólogo.

Según cuenta, fue en 2012, cuando los aires de la XI Bienal de La Habana, propiciaron su primer contacto con la institución de la que hoy es parte. “En el museo hay una pieza que es similar a un automóvil que tenemos en mi casa: un Oldsmobile del 59, y yo estaba loco por ver uno en buen estado o en un estado bastante original, y por ahí empezaron las cosas.

“Cuando vine a estudiar al ISA cada vez que tenía un chance o estaba por La Habana Vieja yo iba allí. De esa manera llegué a conocer a [Eduardo] Mesejo, el anterior director. Pasó el tiempo y después de que me gradué comencé a ver el museo cerrado y me interesó el por qué; después supe que era porque lo moverían de espacio y en ese tiempo coincidió con el fallecimiento inesperado de Mesejo.

“Me acerqué y estuve viendo de qué manera entrar. Hasta que logré hacerlo, pero ni siquiera había terminado mi servicio social, y fue complejo porque tuve que pasar del Consejo de las Artes Escénicas donde estaba, en un grupo de teatro, para la Oficina del Historiador. Un proceso bastante largo que duró nueve o diez meses”, explica.

Una amplia exposición aguarda en el Museo del automóvil de La Habana. Foto: Ismael Francisco/Cubadebte.

Iniciaba entonces, en octubre de 2019, una nueva etapa, difícil, aunque también disfrutable, asegura. “Yo no vengo de una formación como estudiante de Historia, ni siquiera tenía conocimiento de Museología. Apelé mucho a mi sentido común y la carrera de Teatrología da muchas herramientas, como otras de Humanidades, en las que se desarrollan habilidades investigativas. También hubo quien me tutoró durante ese aprendizaje.

“Fue muy complicado, porque el museo estaba a un mes de abrir en su segunda fase. Ya una parte prestaba servicio desde junio de 2019, y estaba terminándose la sala 309 para el 500 aniversario de la ciudad. Tuve que cotejar todo el sistema de registro y documentación, aprenderme los modelos de la colección, números de inventario, tarjetas… Tuve también que familiarizarme con toda la terminología museológica que no conocía. Creo que lo más urgente fue la inversión, porque el local lo estaban terminando y fue necesario coordinar la restauración de los carros y el montaje museográfico.

“En ese momento estaba terminando de rodar una serie de televisión — también soy actor― y tenía que intercalar entre una cosa y otra.

“Una vez que se va entendiendo y haciendo que el mecanismo empiece a moverse, lo que queda es mantener ese movimiento. Todavía creo que me falta bastante experiencia en algunos asuntos.

Museo del automovil. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

“El campo del automóvil antiguo es muchísimo más amplio de lo que uno cree cuando está afuera. Hay especialización, tecnología y un grueso de literatura. Es complejo y competitivo. Lo que pasa es que eso en Cuba no se ve, pero cuando estás trabajando en un lugar así te visitan muchas personas y te asesoran; llegas a tener la colaboración de gente que está afuera del país que te muestran cómo funciona algo similar en otros lugares.

“Aquí tenemos un grupo de automóviles antiguos y tendemos a simplificar. Lo que sucede es que dentro de una misma marca hay una serie de modelos que se hicieron el mismo año, con diferentes cambios, estilos de carrocería…Es más trabajoso de lo que cualquiera podría pensar que es.

“Al inicio yo estaba solo, por suerte hoy se ha logrado reunir personas que se ocupen activamente del museo, y cuando alguien falta otro puede asumir esa función”, asegura.

***

Las jornadas de Ignacio suelen repartirse entre la atención a visitantes, a los “amigos del museo”, como le llama a esos que donan piezas o aportan algún ornamento o información valiosa. Con la misma intensidad revisa publicaciones, vela por el orden, la calidad de la conservación y hasta por la higiene. “Sigue siendo un hobby y hay que asumirlo como eso, pese a que haya otro tipo de reglas en su interior. Es lo que lo mantiene fluyendo”, dice.

―¿De qué manera un lugar de este tipo puede ayudar a comprender pasajes de la historia local y nacional?

Evidentemente es un fenómeno cultural que nosotros disfrutamos, padecemos, sufrimos, ejercemos…Para mantenerlo vivo hacen falta todas esas cosas y el primer punto es la visibilización, la puesta en valor de los automóviles antiguos en Cuba; porque La Habana tiene esa tradición y en todo el mundo se conocen, pero la perspectiva que podría llevarse un visitante o el propio cubano, es que todos son carros ‘raros’ y modificados.

“Hay una visión superficial sobre el automovilismo en el país, sobre todo por las imágenes que circulan en las redes, con extranjeros paseando sobre convertibles por las calles de La Habana, pero se trata de algo más que eso. En el museo intentamos abrir un poco más el diapasón, y hablar no solo de las personas que fueron propietarias de esos autos, sino también los que pertenecieron a figuras importantes del proceso revolucionario y de la cultura”, apunta.

Para Ignacio uno de los mayores desafíos que enfrenta la institución habanera es, precisamente, la restauración. “Es un proceso que puede ser muy caro, en cualquier país y circunstancia, porque se está trabajando con piezas que ya no se fabrican, entonces eso conlleva una búsqueda y fabricación, además de la creación de una infraestructura.

Cubadebate en el Museo del Automóvil de La Habana, el que exhibe uno de los autos que utilizara Camilo Cienfuegos. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.
En el Museo del Automóvil de La Habana se exhibe uno de los autos que utilizara Camilo Cienfuegos. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

“Con nuestros propios esfuerzos hemos tratado de echar a andar algún que otro carro. En exhibición hay algunos que funcionan y lo hacían desde antes, pero siempre se buscan alternativas propias, además de contar con la colaboración de algunos amigos en cuanto a piezas donadas. Es un trabajo gigantesco para mantener lo que se tiene”, destaca.

Al preguntársele por alguna pieza favorita, Ignacio subraya que el de Camilo Cienfuegos es un automóvil que siempre le ha interesado, por su nivel de conservación y diseño, “pero cada vez que uno tiene que darle mantenimiento a una pieza determinada empieza a inclinarse por ese, y te pasas una o dos semanas prefiriéndolo, después cambias a otro y te interesas por las características de ese nuevo carro.

“No importa que en su época haya sido un automóvil de lujo o de precio bajo, no importa el tipo de motor que tenga, aspecto, diseño…siempre hay una característica que me llama la atención, que me parece interesante, y esa es como la pieza de entrada para familiarizarme”.

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