Antes de colocarse delante de un micrófono, Pablo Daniel Peguero sigue una lista de pasos como si fuese un manual: respira profundo, cierra los ojos y se olvida del mundo. En milésimas de segundos todo comienza a fluir y salen de su boca las líneas que están escritas en el guion. En ese ritual no importa si es novato o recordista; en los primeros minutos el cuerpo se tensa y lo inunda el nerviosismo. Pablo Daniel se sobrepone, el temor abandona la habitación y el micrófono y él se funden como si fuesen uno.
Si bien era un sueño de niño, jamás imaginó llegar hasta un estudio de radio; menos de televisión. Dice ser retraído, aunque su potente voz no combina con la timidez. Por momentos no cree hasta donde ha llegado porque a veces cuesta palpar las metas que se alcanzan. Quizás se pellizque para aterrizar en una realidad en la que está desde que supo que sería la locución una fusión entre puerto seguro y tormenta de emociones. En varios momentos de esta entrevista a Cuba Joven achaca sus logros a la suerte, pero en el fondo sabe que el tesón y la constancia son los que han edificado su realidad.
Pablo Daniel nació a pocos metros del Central Venezuela, en un municipio avileño de gente noble y tierra colorada. Casi 20 años después toma un café, cierra los ojos y recuerda el ambiente jovial de aquellos guajiros. Tiene impregnado el olor a bagazo de caña. Por momentos, sobre todo cuando reina la calma, escucha el sonido de las locomotoras o los pitos del central, más exactos que los propios relojes del pueblo.
“Nos poníamos a jugar en los carriles, atentos al arribo de las locomotoras. Nos subíamos en el techo de un túnel que pasaba por el central a comer caña o a jugar a los escondidos. Siempre fui el niño maldito que se disfraza por las noches para, en modo broma, asustar a los vecinos”, cuenta Pablo Daniel.
Ningún miembro de su familia ejerció antes una profesión vinculada con las artes. El amor por la locución comenzó en las andanzas con su madre, quien era en ese entonces la ideológica del Partido. Precisamente, el 16 de febrero del 2002 se realizó en el municipio la Tribuna Abierta para reclamar el regreso de los Cinco, y aunque en ese entonces Pablo solo tenía ocho años, recuerda los camiones y carros que se estacionaron frente a su casa, las banderas cubanas y la voz de Talía González. Luego de ese día se inventaba en casa una tribuna en la que él era el locutor.
Su juego preferido era crear programas e inmortalizar ese momento con una grabadora pequeña, de los primeros modelos que tenían una sola bocina. Casi dos décadas después tiene presente el día en que su mamá se la compró.
A los 12 años una periodista le hizo una entrevista y su voz impactó en Ángel Lorenzo Broche Ruedas, una cátedra de la locución en Ciego de Ávila. Él fue su primer maestro, a quien le debe todo lo que es y quien le abrió las puertas a Radio Surco. Fue ahí que decidió tomarse en serio esa profesión.
“La primera vez que entré en un estudio de radio no sabía si llorar o reír. Recuerdo la emoción; el olor que tenía ese lugar. Con 12 años iba todos los jueves solo hasta la capital provincial a grabar. A veces con los zapatos rotos, los únicos que tenía, pero esas pequeñeces no me importaban”.
En el 2018 se graduó de Licenciatura en Estudios Socioculturales en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas. Vivió en Placetas, Villa Clara, y tuvo a su niña que ahora tiene cinco años, la que considera su motor, su combustible para seguir adelante.
Ese mismo sueño de conocer el estudio del noticiero nacional lo impulsó a probar suerte en La Habana. Antes de ese salto trabajó en Radio Placetas, CMHW Villa Clara y Televisión Avileña, su primera vez frente a las cámaras.En la capital trabaja actualmente en Radio Reloj, Radio Rebelde, Canal Caribe y Conexión Cuba. También tuvo la oportunidad de presentar los nominados y premiados a los Cubadisco 2023.
Si preguntas qué es lo que más ama de la locución, habla de esa posibilidad de, mediante su voz y los matices, enviarle un mensaje a quien lo escucha. Esa magia de conectar y el poder que lleva intrínseco la comunicación. También sabe que detrás de este oficio hay una cuota de soledad, mucho trabajo y de ganas de echar para adelante.
El mayor reto para los locutores, considera Pablo Daniel, es llamar la atención del oyente o del televidente, empatizar con él, saber comunicar, estar preparados más allá del teleprónter y dominar el tema del que se está hablando. En esta misma línea, califica de difícil a la improvisación, pero “cuando ganas seguridad en el programa y te compenetras con el equipo técnico, todo fluye. Solo necesitas segundos para hilvanar las ideas y ponerlas en su lugar. La improvisación es una de las modalidades más difíciles en la locución. A veces te dices por dentro: ‘ahora qué hago’, pero te relajas, tragas en seco y le das el pecho a la situación”.
A Pablo Daniel le gusta la repostería e inventar en la cocina. Domina las recetas del flan, el pudín y el arroz con leche casi a la par de las normas de la locución. Entre sus paradigmas están Laritza Ulloa, Rodobaldo Hernández, Teresita Segarra, Rafael Serrano y Consuelo Vidal, aunque en toda la entrevista agradece a aquellos que lo han impulsado o le han brindado una mano. A su madre que es su todo.
Si tuviese que mencionar un momento que haya marcado un antes y un después en su trayectoria, menciona pertenecer al Sistema Informativo de la Televisión Cubana.
“Requiere de mucha disciplina y rigor. Llego al estudio media hora antes de salir en vivo. Me siento en el set, en vez de estar caminando por los pasillos. La revista Buenos Días también está marcando ese punto de giro. Me recogen a las cuatro de la mañana cuando me toca hacerla. Imagínate, no duermo nada, porque en Radio Rebelde, de lunes a viernes, termino de trabajar a las doce de la noche. No descanso, pero lo disfruto mucho”.
Pablo Daniel asegura que su carrera se encuentra en un momento definitorio: “es ahora o nunca, tengo que ganarme un nombre y prestigio. Así como los bebés, he gateado, me he caído, y ahora es que estoy dando mis primeros pasos seguros. Siempre llevo presente que hay que aprender más y no creerse que lo sabemos todo porque es ahí cuando llega el fracaso”.
Precisamente, para él la clave del éxito está en ser uno mismo y no intoxicarse con la fama o la popularidad. Ser natural, humano y autocrítico.
Cuba es su casa y no concibe un futuro en otro país. Es un hombre dichoso cuando tiene delante una cámara o un micrófono, o le dicen a su hija que lo vieron en la televisión. Esas pequeñeces lo reconfortan, como si fuesen golpes de energía. Está consciente de que apenas comienza el trayecto, del mismo modo en que tiene seguridad de que lo irá labrando con la humildad de siempre, esa con la que responde la última pregunta:
“¿Qué me diferencia de otros locutores? Que a veces no me lo creo o pienso que no hago bien mi trabajo. No me digo: ‘Pablo, créetelo’”.
1 Comentario