Con guitarra y pullover gris, así fue retratado alguien al que mucho le importa que entiendan sus letras, sus melodías. Por circunstancias que todavía se pregunta, se le cerró hace bastante el acceso a la Escuela Elemental de Arte de Granma, su provincia de origen.
Aquella contrariedad envió a Lay Verdecia a la Escuela de Instructores de Arte Cacique Hatuey, de Bayamo, en la que se le reveló un universo musical, el cual anhelaba conocer. Durante cuatro cursos, proponiéndoselo, afinó lo romántico y el rock and roll, para perfilarse trovador.
Tan de prisa transcurren las fechas, que su primera asistencia a un Congreso de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) ocurrirá en ya menos de un mes. En los últimos tiempos, el hecho de ser padre le impone otros bienvenidos retos.
Pero se llena de sueños con la pequeña y su esposa Yensy Cruz: “La relación profesional entre nosotros es genial, dado que la conexión se refuerza y hemos sabido acoplarnos. Yensy es graduada de la especialidad de Teatro como instructora de arte. Ella me apoya en la parte musical, intercambiamos cómo superarnos y compartimos mucho en escena, al ser ambos integrantes de la Compañía de Narración Oral Palabras al Vientoˮ.
Lo inició en la música su papá, quien, como aficionado a la guitarra y la Década Prodigiosa, influyó notablemente: “Él decidió enseñarme, a mis siete u ocho años, los primeros acordes. Luego Henry Serrano, un amigo del barrio, en mi municipio de Media Luna, que cantaba canciones de Carlos Varela, Santiago Feliú y Fito Páez, fue mi siguiente referencia, toda vez que me inculcó la trova”.
Participaba en galas y actos en la etapa escolar, y después apareció la Escuela de Instructores de Arte que, en su caso, alega, resultó algo así como un salvavidas. Surgió la oportunidad, y empezó a aprender elementos pedagógicos y especializados. En la Cacique Hatuey, recuerda, tuvo excelentes profesores y compañeros que en la actualidad son músicos.
“Con posterioridad –acota–, cumplí el Servicio Militar Activo en la Brigada de la Frontera, en Guantánamo. Allí se creaban colectivos artísticos y había un movimiento cultural que involucraba a jóvenes. Junto a otros graduados de Escuelas de Instructores del país, pude poner en práctica mis conocimientos y formamos una banda. Terminado ese periodo, me quedé trabajando allí en mi profesión por tres años, guiando a muchachos y muchachas aficionados”.
Después laboró en Cultura en la ciudad de Guantánamo, donde residió. La carrera musical, opina, es bien difícil, pues se debe transitar por diferentes vías y mantenerse activo:“Por eso impartía talleres en una ludoteca para niños y adultos, y me presentaba como artista aficionado. Por aquel tiempo, me hice miembro de la Asociación y fui uniéndome a jóvenes cantautores, músicos de distintas estéticas y artistas de otras manifestaciones.
“Me sumé entonces a la banda Barra Abierta, en la que nos congregábamos para realizar música alternativa y fusión, todo muy experimental. Mis composiciones considero todavía estaban algo verdes, pero de guitarrista avancé a cantante. Teníamos buen repertorio, logramos movernos por varias provincias y eventos, y llegamos a grabar un videoclip”.
―¿Cuándo se le hizo imposible dejar de hablarle al viento?
―Conocí a Yensy en Manzanillo, cuando yo participaba, con Barra Abierta, en un evento de la AHS. Después de un año de noviazgo, decidí venir en 2016 con ella a Holguín. Aquí me mantuve tomando parte en espacios de trovadores como Fernando Cabrejas, Manuel Leandro y Raúl Prieto, con quienes había coincidido en otros momentos. Ellos siempre me abrieron las puertas, en pos de que me diera a conocer.
“A la vez, Palabras al Viento, que actúa para niños y adultos, me invitaba a presentaciones y los acompañaba. Fermín López, su director, me acogió y cursé talleres de Narración Oral, para habilitarme e ir ganando en dominio de herramientas. Gracias a esto, me uní a la plantilla, que pertenece a Artes Escénicas. En Palabras al Viento nunca me han negado el sentirme músico. Fermín llama a esto apertura, introduciendo música y danza en la Narración Oral, y aprovechando potencialidades de cada actor o actriz”.
―Pero no solo fueron esas las puertas que se le abrieron acá…
―En 2017, de cierto modo, me ligué a la Empresa de la Música y a partir de 2019 se hizo oficial mi inclusión en su catálogo. Figuraba en la categoría de eventual, pero más adelante recibí el autorizo del Instituto Cubano de la Música. Ese proceso conllevó a que consolidara mis canciones, y las mejorara y concibiera como parte de un repertorio.
“Ya tengo un disco, llamado De ningún lugar, y editado y masterizado en Holguín, en producción independiente. Me estoy proyectando otro, trabajando en aplicar a una beca de creación de la AHS. Cultura Provincial me financió en 2022 el videoclip Un Rock and Roll entre Boleros, estrenado en 2022, bajo la dirección de Jimmy Ochoa”.
―¿Cuántos espacios convocan a Lay Verdecia en Holguín?
―Actúo con una banda de músicos-amigos, con los cuales, por sus deseos de tocar, me reúno ocasionalmente y les agradezco el gesto. Montamos algunas canciones y vamos a mi peña mensual El Planeta de los Locos en la sede de la AHS, bautizada así por el título de una de mis canciones. Me presento igual en la Casa de la Trova, y con Raúl Prieto y la Feria de los Trovadores, proyecto que involucra a varios de ellos de la ciudad. En redes sociales, visualizo y comparto mis contenidos, porque esas opciones se entrelazan y contribuyen a la divulgación.
―La Asociación se aproxima a su IV Congreso. ¿Lo que se plantea en la base cuán importante será plasmarlo en la cita de octubre?
―Como miembro de la AHS en la especialidad de Música, pensaron, para sorpresa mía, que podía representar a nuestros asociados el mes próximo.
No defraudar a la vanguardia del arte joven es mi objetivo. Expresiones y criterios que se escucharán allí me serán útiles, para aprender de personas que acumulan experiencias. Apreciaré ideas que pueden impulsar el funcionamiento de la Asociación en cada territorio. Todo lo que se debatirá, necesariamente, será expresión de lo que sucede en la base”.
(Tomado de Ahora)