octubre 22, 2024
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Una avileña en el CIGB

Por: Mariesly Wong y Neilán Vera

Desde niña, cuando le preguntaban qué quería ser de mayor, Tailyn Lao González no dudaba ni un segundo en la respuesta: científica. Probablemente en ese entonces no supiera de Marie Curie, Ada Lovelace, ni tampoco de su compatriota Concepción Campa, pero se imaginaba toda vestida de blanco, rodeada de microscopios y cápsulas de Petri, y entendía que aquella imagen la hacía feliz.

Así nacen las vocaciones: de pequeños deseos infantiles, de detalles minúsculos, que un día, con suerte, terminan materializándose. Para Tailyn no fue demasiado difícil embullarse. La suya —la nuestra— ha sido una época en la que el rol de la ciencia está fuera de discusión, y la televisión, los libros y cualquier otro producto cultural visibilizan constantemente a los científicos.

Por eso, y también por las propias políticas educacionales de Cuba, no extraña que una niña diga que va a ser científica, y que, además de quererlo, lo consiga. “Pero eso se concretó más tarde, en duodécimo grado, cuando empezamos a estudiar las células. Ahí me convencí de que aquello sería mi futuro, y surgió la idea de estudiar Bioquímica”, cuenta Tailyn, quien hoy labora como investigadora en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB).

“En la Universidad de La Habana, empecé la carrera de Bioquímica y Biología Molecular y, desde segundo año, comencé a hacer prácticas laborales en el Centro de Inmunología Molecular (CIM), con la esperanza de que, una vez graduada, mi ubicación laboral estuviera allí, en la investigación de la inmunoterapia para el cáncer. Esa era mi meta”.

Finalmente, te gradúas en 2015, con título de oro y segundo lugar en el escalafón…

—Y comienzo a trabajar en el CIM, aunque, por azares de la vida, no pude quedarme en la parte de investigación del cáncer, sino en la de desarrollo. En estas empresas hay diferentes procesos: desarrollo es la etapa intermedia entre la creación de un producto y su fabricación industrial.

“Mi conexión con el CIGB inicia desde entonces. Recién graduada, el CIM me envía al mismo departamento del CIGB donde hoy trabajo, para que aprendiera técnicas de manipulación de ADN. Estuve aquí más o menos un año, instruyéndome y colaborando.

“Luego volví al CIM, y me incorporé a un proyecto de generación de anticuerpos contra el cáncer de mama. Este no llegó a convertirse en un producto, pero, con sus resultados, establecimos un proceso para producir proteínas recombinantes, y también hice mi tesis de maestría”.

¿Y cuándo pasas al CIGB?

—Fue en 2020. Me incorporé a su Departamento de Investigaciones Agropecuarias, para generar vacunas contra patógenos que afectan a animales de interés económico. Específicamente, me tocó la investigación y desarrollo de vacunas y diagnósticos contra el virus de la peste porcina africana.

Ese fue el primer año de la pandemia.

—En aquel momento, se hizo un llamado a la comunidad científica cubana para generar candidatos vacunales contra el SARS-CoV-2, y aunque nos dedicábamos a la parte agropecuaria, decidimos aportar también a la lucha contra la pandemia, con propuestas de vacunas para atacar ciertas proteínas del virus.

“Teniendo en cuenta las experiencias de Cuba en el enfrentamiento a patógenos que afectan a los cerdos, propusimos dos candidatos vacunales que podían servir para la COVID-19. Estos tuvieron buenos resultados en modelos de ratón y primates no humanos, aunque finalmente fueron seleccionados los cinco que ya todo el pueblo conoce —Abdala, Mambisa y las tres Soberanas—, pues el CIGB contaba con las plataformas necesarias para su generación: eran más prácticos, más viables.

“De todas formas, con nuestros dos candidatos vacunales generamos una patente y tres publicaciones científicas en revistas de alto nivel. Y sobre ellos trata mi tesis de doctorado en Ciencias Biológicas, que pronto defenderé”.

¿Y luego de la pandemia?

—Regresé a la investigación de la peste porcina africana.

“También tuve la oportunidad de trabajar, a través de un proyecto de colaboración vinculado a estos candidatos vacunales anticovid, en el laboratorio de bioingeniería de la Universidad McGill, en Canadá. Allí permanecí dos meses, que fueron de mucho aprendizaje.

“A finales de 2023 integré una delegación de jóvenes investigadores y médicos cubanos, que visitaron diferentes centros de investigación, hospitales y clínicas de Moscú, Rusia, con el objetivo de identificar posibilidades de colaboración científica entre ambos países.

“Y volví a Rusia, durante el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, con sede en la ciudad de Sochi, donde me eligieron para dar una pequeña conferencia sobre las vacunas cubanas contra la COVID-19”.

¿Planes?

—Discutir mi doctorado antes de que acabe el año, continuar mi trabajo dentro del CIGB, ayudar a formar nuevas generaciones de científicos y realizar más publicaciones en revistas de alto nivel.

(Tomado de Invasor)

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