Por: Yuset Puig y Dayana Menzoney
Mira de soslayo la reja que en cualquier momento se abrirá. Repasa el rímel con exageración y acentúa el lápiz de cejas como si el negro se volviera infinito. Entonces, descansa la cabeza en el sillón y vuelve a cargar la página de Facebook de su celular nuevo. Allá adentro reconoce a los muchachos de su aula, en el Pre, y solo piensa en qué dirían si la vieran ahora.
Yoenia se despierta temprano porque allá en su pueblecito natal, La Guinea, los perros hacen un ruido ensordecedor por las mañanas y no hay quien se mantenga en la cama. Su mamá se tira antes del alba y cuela el trago de café. El papá sale a ver qué logra vender en la carretera, aunque la mayoría de las veces regresa con los cebollinos, los platanitos y las guanábanas. Por eso, el día que El Pelao le pidió que se casara con él, ella le dijo que sí, y luego se asustó.
Es cierto que él tiene casi 40 años de edad y ella todavía no ha cumplido los 15, pero su propia madre le aconsejó que agarrara los cuatro trapos y se perdiera por la guardarraya si no quería hacerse vieja, como ella, entre el fango, los mosquitos y la calabaza hervida en el desayuno. Que se arreglara bien bonita todos los días, limpiara la casa, no escuchara chismes y no fuera a quedar embarazada, fueron las lecciones que le pusieron, a modo de despedida, como beso en la frente.
Ahora Yoenia se pintó el pelo de rubio, luce queratina, lleva unas larguísimas uñas de acrílico, pero nadie la ve. El esposo es muy celoso. No quiere que estudie, trabaje, suba fotos a las redes sociales, ni comente y, mucho menos, que intercambie mensajes por chat. Todos los días le revisa el celular. Sale invariablemente a hacer negocios y cruza la reja blanca cuando baja el sol.
Hace unos días la adolescente perdió el apetito, se desvela y despierta asustada a mitad de la noche. No puede contarle a su marido porque el día que le insinuó algo parecido él la amenazó con devolverla a su familia, “para que se la dieran al primero que pasara por allá”. Al Pelao no le gusta que ella hable, dice que las mujeres son como las gallinas, hay que tenerlas con las alas muy cortas. Yoenia ha comenzado a extrañar los mosquitos.
Historias detrás de las cifras
Cuando el Código de las Familias estableció con toda intención que fuera ilegal contraer matrimonio antes de la mayoría de edad, no se enfocaba solo en las cifras (que son bastante elevadas), sino en historias como la de Yoenia y en otras a las que 26 le ha seguido las pistas. La legislación vigente es solo el primer paso para hurgar en un fenómeno que tiene raíces muy viejas y está anclado en preceptos arcaicos que se impone desaprender.
La abogada Aileen Jodar Rodríguez, especialista del Bufete Colectivo de Las Tunas, habla con vehemencia de un tema que le parece oportuno, no solo por su condición de mujer, sino porque arroja nuevas luces en un panorama que muchos no querían reconocer en claroscuro.
“La institución del matrimonio con la actualización del Código tuvo cambios. El primero, uno de los más importantes, es que ya no será la unión consensuada entre un hombre y una mujer, sino que se puede definir como unión voluntaria concertada entre dos personas con actitud legal para ellos, o sea, estamos abriendo un poco más el diapasón”, apunta la abogada.
“Otra de las principales modificaciones es que solo se puede concertar entre personas que sean mayores de 18 años. La antigua legislación admitía que los menores lo hicieran con el permiso de los padres. Actualmente esa posibilidad quedó eliminada, es decir, ni siquiera resulta viable con el permiso de los padres, ni asumiendo un proceso ante el Tribunal.
“En estos casos tampoco es autorizada una unión de hecho afectiva, que es en la que se demuestra el matrimonio a través de la antigüedad y los bienes adquiridos dentro de la unión, pues resulta indispensable cumplir con los mismos requisitos que si se fueran a casar legalmente, y al no tener esa mayoría de edad al momento de promover la demanda esta no procede”.
A la espera de nupcias
Dianelis tiene 16 años y estudia Construcción Civil en el instituto politécnico industrial (IPI) Panchito Gómez Toro, además es la mamá de un bebé de 7 meses. Ella y su esposo Eduard, de 24 años, acudieron al Bufete a buscar ayuda.
“Empezamos la relación desde que ella tenía 13 años, explica Eduard. Yo necesito una constancia de que estamos casados legalmente, pues tenemos un niño y deseamos formalizar lo nuestro.
“Vinimos en busca de una unión de hecho afectiva. No nos habíamos casado, pues yo trabajaba fuera de la provincia, y lo intentamos antes de que se aprobara el Código, pero llegó este momento; ahora no sabemos qué hacer. Somos cristianos y vivimos en concubinato. En la iglesia si no estás formalmente casado por la ley no nos unen en matrimonio”.
Dianelis y Eduard, en su especificidad, buscan asesoría, pero Jodar Rodríguez reitera: “En nuestra sociedad hay personas que practican alguna religión, y consideran que para mantener una vida sexual deben casarse ante Dios y ante la ley. Muchos son menores de edad; mas la legislación es clara, solamente producirá efectos legales cuando se formaliza ante una funcionaria competente y la mayoría de edad es imprescindible”.
Aliubis Fernández González, directora del Bufete Colectivo, complementa que una de las preguntas que circundan en las calles, después de la aprobación de esta nueva ley y de la puesta en vigor del nuevo Código Penal, es si quienes tienen relaciones con menores de edad quedan sujetos del derecho penal.
“Cabe destacar que cuando hablamos de los procesos de familia, el derecho penal es de última ratio -enfatiza la directiva. Lo que hace que indiscutiblemente existan determinadas prohibiciones que en otras normas civiles, penales, mercantiles o administrativas puedan dar paso a la constitución de un delito.
“Nuestro Código Penal recoge delitos como la agresión sexual, la corrupción de menores y el estupro. En estas modalidades se prioriza el universo de menores de 18 años. En el caso de la agresión sexual se refiere a aquella persona que tenga relaciones sexuales con un menor con el empleo de violencia, de engaño, de intimidación y de otras causales que así establece la norma.
“Esto quiere decir que si una persona comienza una relación con un menor de 18 con su consentimiento y el de los padres no es sujeto de un delito, pero su unión no es válida legalmente. En este particular, sí constituirían un delito las relaciones sexuales con esa pareja menor de edad utilizando algún tipo de coacción o de violencia.
“En el caso de los menores de 12 años, la Ley sí establece que es sujeto de delito aquel que mantenga relaciones sexuales, no importa si cuenta con la voluntad de la menor o de los padres. Incurriría en el delito de agresión sexual con sanciones de 15 a 30 años quien tenga sexo carnal, aunque no haya intimidación, violencia o empleo de la fuerza”.
Mientras más jovencita, más calladita
Inesita se fue a vivir con Yoandri el año pasado. Él tiene una casa grande en Matanzas y se la llevó con el permiso de sus padres. Pidieron la baja en la Secundaria, pero engavetaron el expediente porque él no quiere que estudie. Fue conclusivo: “Estás locas si crees que vas a estar en la satería”.
Yoandri tuvo tres hijos con su esposa anterior, que también era del campo. Ella lo traicionó con el albañil que contrataron para reparar la casa, así que ahora “él no cree en cuentos de camino”. Es un perro rabioso. Le escoge la ropa, le dice qué hacer y, sobre todo, cuándo hablar.
Hace poco la mamá de Inesita supo, por una prima lejana de Yoandri, que él le pega a su hija cuando se emborracha y la última semana la encerró con candado, sin nada qué cocinar, un par de días, según él “para que no se hiciera la loca”.
La psicóloga y máster en Ciencias Aida Teresa Torralbas Fernández, integrante de la Cátedra de la Mujer en la Universidad de Holguín, alega que muchas adolescentes escogen el matrimonio como vía de escape, de migración para mejorar su estilo de vida y dejar atrás situaciones de pobreza, padres alcohólicos, fango, mosquitos y otras limitantes.
Enfatiza en que, erróneamente, algunas creen lograr independencia atándose a un matrimonio que terminará ciñéndolas a rutinas que les quedan muy grandes a sus escasos años. De ahí la relevancia de que el Código de las Familias haya elevado, hasta los 18 años, la edad para contraer matrimonio, asunto que en la práctica requerirá mucho más tiempo para modificar su comportamiento.
“Hay patrones que no se pueden obviar. En la relación de una adolescente con un hombre mayor, binomio que suele repetirse, las asimetrías pueden sentar las bases de la violencia no solo física, sino psicológica”, expresa Torralbas Fernández.
“Si él ya ha vivido, incluso, carga con resentimientos de otras relaciones, va a afianzarse en el matrimonio con ventajas y va a hacerlas sentir, porque tiene más recursos emocionales. Aun cuando sus propósitos sean nobles, la relación está violentando la etapa de la vida de la adolescente, forzándola a cambios biológicos y sociales para los que no está preparada”.
La especialista asegura que ha comprobado en consultas que no pocas muchachas aluden que han tenido relaciones sexuales porque han sido presionadas, que es una forma de violencia; igual se embarazan por no gustarle al esposo el uso del condón, suceso que puede terminar o no en la gravidez, pero sí es violencia sexual.
Aida Torralbas convoca a la familia a visibilizar este fenómeno con las trascendencias reales que acarrea en las adolescentes, algunas casi niñas. De paso alerta que la nupcialidad en edades tempranas es cuna de violencias, por lo que se impone su eliminación a la par del fomento de aprendizajes en las más jóvenes, para que se apropien de herramientas frente a la presión.
Bajo el lente social
Yailín Meriño Millán, al frente de la escuela secundaria básica urbana (ESBU) Calixto Sarduy, comparte con este medio su preocupación no solo por las nupcias en la adolescencia, sino por las causas y consecuencias que ponen a las niñas tan pronto frente al fogón.
“En los últimos cinco años hemos notado un incremento notable de embarazos (cada año tenemos al menos uno), uniones consensuadas y de noviazgos de moda en estos tiempos, en los que las estudiantes duermen todas las noches en la casa de su pareja y esto interfiere en el proceso docente.
“Nos ocupa y alarma el fenómeno, pues acarrea llegadas tardes, ausencias reiteradas a la escuela y ni hablar de las actividades extradocentes los fines de semana; simplemente muchas no asisten porque no les dan permiso. Otra cuestión alarmante es que hay estudiantes buenas académicamente que cuando se casan pierden la motivación por el estudio, y no hay manera de hacerlas entender la importancia de una profesión.
“Aquí en la Secundaria, laboramos con la psicopedagoga y los profesores guías, de tal manera que no pasan estas situaciones por alto, además la observación es un método muy efectivo. Déjame contarte que entre las cosas que más nos asustan está la cantidad de niñas, hasta de séptimo grado, realizándose interrupciones de embarazo.
“En esos casos citamos a los padres y no siempre obtenemos la respuesta que esperábamos. Nos sigue faltando fuerza en el binomio escuela-familia. En conversatorios con las adolescentes casadas las respuestas que afloran son muy duras como: ‘es que él me ayuda y me compra lo que mis padres no pueden’, ‘es que tiene muy buena casa’, ‘no quiero vivir con mi familia’ y una nos dijo ‘ya salí de mi mamá’.
“Cuando profundizamos en las causas casi siempre coincide la procedencia de hogares disfuncionales, con miembros desempleados, bajos ingresos económicos, alcoholismo y demás. Como institución damos prioridad a este tema porque es un fenómeno en aumento. Este mismo curso recibimos en séptimo grado, en la entrega pedagógica, a dos casos de estudiantes casadas”.
La directiva enfatiza en que la escuela realiza charlas, conversatorios, promueve actividades con los promotores de Salud de su misma edad y fomenta la reproducción de películas y videos que visualicen la adolescencia, con sus cambios, sus alcances y también las demandas cognitivas y afectivas. Pero confiesa que dentro del hogar es donde primero deben germinar estas vitales lecciones.
Juego serio
La doctora en Ciencias Matilde Molina Cintra, profesora titular y subdirectora del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, aboga, en los contextos actuales, por unir fuerzas y recursos para fomentar en las adolescentes la capacidad de ejercer la autonomía, como única vía de mejorar sus vidas y su desarrollo integral.
“Cuando no hay autonomía corporal hay pérdida de la capacidad para tomar decisiones, mayor posibilidad de violencia de género expresada en la coacción, el uso de la fuerza, amenazas, presión o intimidación, así como la falta de consentimiento. Se pierde el diálogo abierto sobre los deseos, las opciones y los planes que deben llevarse a cabo entre las parejas sexuales, en aras de garantizar que ambas partes puedan ejercer su capacidad de decisión”, pondera la investigadora.
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Para los que asumen que los matrimonios en las primeras edades de la vida son un problema menor o “la decisión personal de determinadas familias en la que no debemos meter las narices”, vale apuntar que este fenómeno es una de las causas que repercute en que Las Tunas exhiba los mayores índices del país de embarazo en la adolescencia, con una tasa de 88 por cada mil gestantes.
La puesta en vigor del Código de las Familias dicta con claridad los términos legales. Pero ahora depende de la familia, la escuela y la sociedad en general dejar atrás un viejo hábito que, cuando menos, ciñe y limita las posibilidades del universo femenino en la etapa en cuestión. Sobre todo, porque el amor al que se invoca no puede ser causa de desventajas.
La Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados (Mics) del 2019 reveló que el 12 por ciento de las adolescentes encuestadas en Cuba estaban casadas o unidas, y el seis por ciento lo hizo antes de los 15 años. Expuso, además, que aproximadamente el 67 por ciento de las chicas de 15 a 19 están casadas o en unión con una pareja que es mayor en edad que ellas, entre cinco y más de 10 años. La tercera parte tiene esposo con más de 10 años de diferencia de edad. Estos datos coinciden con otros resultados de la investigación.
Este medio se fue a los barrios para ponerles rostros a las cifras. Por eso supimos que Yoenia quisiera volver al Pre, Dianelis tiene esperanzas de ejercer la Construcción Civil e Inesita quiere regresar de Matanzas. Es vital mirar a las futuras mujeres más allá de su capacidad sexual y sus aptitudes domésticas. A esa edad, el matrimonio significa un cambio notorio en su universo, una ruptura de planes, la posposición de metas, sueños que, a veces, ya no pueden materializar.
(Tomado de Periódico 26)