noviembre 22, 2024
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“Masculinidades” o el caos tras una flor

Hay sonrisas y ojos entrecerrados, hay juventud y vejez, hay soledad y compañía, hay vicarias y buganvillas, hay colores y cadenas y espejuelos y algún nasobuco. En las fotos de Monik hay hombres diversos con expresiones diversas, pero todos miran a la cámara delante de un fondo blanco con una flor en la oreja. Y ese último detalle, una flor más o menos grande pero sencilla, de las que recogen los niños en las aceras cuando van de la casa a la escuela, desató el caos.

Justo en este instante, la cuenta en Twitter de la fotógrafa cubana Monik Molinet está temporalmente suspendida. Aparentemente, la red social recibió varias denuncias de los usuarios por una de sus últimas publicaciones y determinó que había incumplido normas de la comunidad al “compartir imágenes de carácter delicado con violencia gráfica y contenido para adultos”.

Una flor rompió las reglas. El post de la discordia, que también tuvo muchísimas reacciones positivas y registró un alcance superior a las 5 millones de cuentas en las horas previas a la cancelación, mostraba imágenes del último proyecto fotográfico de la cubana: “Masculinidades”.

Antes, Monik y su equipo salieron a las calles de La Habana para explorar los límites de este concepto. Le preguntaron a muchos cubanos si se atrevían a retratarse con una florecita en la oreja. Algunos aceptaron entusiasmados, otros miraron con sospecha, unos pocos lo consideraron una burla, varios percibieron un ataque directo a su protegida masculinidad. “Los hombres son hombres, y las flores no son cosas de hombres”.

Cuando el resultado final llegó a las redes, las reacciones fueron similares pero a gran escala. Desde los que celebraron el proyecto y se atrevieron a compartir sus propias imágenes con detalles florales, hasta los que lo consideraron una pérdida de tiempo. Y también, por supuesto, los machistas de siempre que identificaron allí “violencia gráfica” o lanzaron todo su desprecio homofóbico a los modelos.

El proyecto fotográfico, acaso un experimento social, desató pasiones: “los hombres deben ser masculinos y las mujeres, femeninas”, “solía decir mi mamá a mis hermanos que las mujeres tratan de afeminar a los hombres para poder pisarlos como alfombras”, “involución se llama eso, apocalípticos tiempos se vienen si seguimos jugando a ser Dios en la Tierra”, decían algunos de los tantos comentarios que generó.

Y podría parecer una tontería prestar atención a esos debates, un detalle menor en los tiempos que corren, pero las reacciones insospechadas ante apenas una pequeña provocación a la masculinidad hegemónica ponen sobre el tapete desafíos urgentes para Cuba, sobre todo cuando se acerca el referendo de un Código de las Familias encargado también de desmontar estereotipos.

Sobre el proceso de realización y publicación de “Masculinidades”, las reacciones que provocó y lo que implican, los retos de una Isla donde los estereotipos machistas están más vivos que nunca y el papel de la fotografía en los intentos de desmontarlos, conversó Monik con nuestra columna.

Fotografías de la serie «Masculinidades». Imagen: Monik Molinet.

«Masculinidades» se presenta como un proyecto que quiso explorar las percepciones de la masculinidad y sus límites, ¿qué mensajes quiere transmitir la composición fotográfica escogida?

Las imágenes del proyecto están construidas de forma sencilla en cuanto a los valores de los elementos que interactúan. Quise poner a dialogar una flor y la idea estereotipada de la masculinidad. La fotografía debía ejecutarse de una manera simple, que no distrajera de la lectura más común, de la carga conceptual que tiene -en su lenguaje más popular y fácil de entender- esos dos componentes.

Pensé que debían ser directas, crudas, sin distracciones ni matices, porque podrían encaminarlas por otros lugares y alejarlas de esa lectura más estereotipada. Un primer plano (close up) de un hombre, un fondo blanco portátil que los situaba en un espacio vacío y una flor. Pero la flor no estaba en la mano como quién corteja, si no en la oreja.

Dentro del imaginario visual y cultural, el gesto de la flor en la oreja ha sido asociado a la mujer como parte de un construcción social de la identidad femenina que la limita a características románticas, delicadas, nostálgicas, dulces, seductoras, frágiles. Esta imagen se fortalece cada vez que se replica. De hecho, se repite tanto que lo entendemos fácil, no lo cuestionamos, lo damos por sentado, “es cosa de mujeres”.

Cuando se descontextualiza y se cambian elementos dentro de estas preconcepciones de comportamiento por roles se crea un choque, como lo fue en este caso. Se expuso un problema al unir en una imagen dos elementos que supuestamente deberían repelerse. La “construcción social de la masculinidad” -o de lo que muchos entienden y esperan al ver un hombre- se asocia a lo temerario, lo rudo, lo descuidado.

Pero la tesis del problema no está en la foto -los hombres que aceptaron no tuvieron problema con hacerlo-, si no en el debate que suscitó la serie, en el conflicto creado en la mente estereotipada de quien la lee y lo que muestra sobre nuestra sociedad.

Más allá de la imagen, ¿qué reacciones obtuviste durante su realización y cuáles fueron las principales percepciones de la masculinidad que identificaste?

Ante la invitación encontramos todo tipo de relaciones: algunos se ofendían dejando claro que eran machos y no estaban dispuestos a flagelar su identidad con una florecita. Pero también recibimos cumplidos, miradas hostiles y hasta reacciones misóginas y homofóbicas de los hombres que involucramos y de los espectadores en la calle Prado.

El proyecto mostró la persistencia de los estereotipos de género en las calles de La Habana, pero también que muchos están dispuestos de manera simbólica a aceptar nuevas dinámicas y explorar fuera del molde, empezando así a cambiar la estructura de la masculinidad.

Me impactó la misoginia y homofobia que se destapa al condenar, desde esta construcción de masculinidad tóxica, cualquier rasgo de “feminidad” asociado a un hombre, así como la necesidad instantánea de defenderla a capa y espada como si realmente estuviera en riesgo.

Me asustó un poco descubrir la masculinidad definiéndose a sí misma principalmente a partir de lo que NO se es: “los hombres no hacemos eso, eso no es cosa de hombres”. Existen límites y opresión respaldado por enjuiciamientos entre los mismos hombres, desaprobación, chistes violentos, insultos homofóbicos.

Una vez en las redes, el proyecto ha tenido muchísima retroalimentación, incluso llegaron a bloquear tu perfil en Twitter, ¿cuáles fueron las principales reacciones en ese espacio?

Curiosamente, lo que pasó en el espacio virtual fue muy parecido a lo que pasó en el espacio público, pero a mayor escala. Creo que sucedió por la limpieza visual final de estos dos conceptos, uno frente al otro. “¿Un hombre usando algo delicado que usan las mujeres? ¡No, que va, intolerable, qué atrevimiento!” Las personas entendieron rápido.

También me sorprendió como muchos empezaron a compartir su fotografía con la flor como muestra de apoyo en la lucha contra el estereotipo de la masculinidad tóxica, rígida. Se mostraron como parte de la solución y no del problema. Me asombra además como para muchos la construcción de la masculinidad es solo una, cuando deberían existir tantas masculinidades como hombres y personalidades.

A partir de los aprendizajes que recogiste, ¿cuáles identificas como principales desafíos en Cuba para construir visiones de la masculinidad menos estereotipadas?

Aunque nuestro país tiene avances importantes en materia de igualdad, como la eliminación de la brecha salarial, la significativa presencia de mujeres en cargos de poder en comparación con Latinoamérica, la baja probabilidad de que nos asesinen, nos violen o nos secuestren, sobre todo si se compara con países como México, aún estamos muy distantes de tener una sociedad libre de machismo.

Pienso que las construcciones estereotipadas de género no sólo reprimen las individualidades, sino que terminan destinando a la mujer a ser el proletariado y al hombre, el burgués dentro de las fronteras del hogar. La lucha no solo debe ser en el espacio público, el espacio privado es fundamental.

Para construir relaciones más sanas y equitativas entre los sexos, no solo debemos cuestionar la estructura patriarcal, sino también la construcción de la masculinidad. El machismo no puede entenderse como un problema exclusivo de las mujeres: somos las que más lo sufrimos, pero no por eso debe ser únicamente nuestra lucha. Aquí perdemos todas y todos, tal vez si los hombres entendieran esto sería más fácil tenerlos de aliados.

Ellos sufren en carne propia las consecuencias de ser socializados como “machos». Algunos niños son abusados sexualmente por sus tíos o padres, a otros se les reprime emocionalmente. Además, las estadísticas a nivel global sobre violencia son alarmantes: los hombres no solo son los que más se suicidan, sino también los que más cometen asesinato, los que más son asesinados, los que más asaltan sexualmente.

Hay un problema en cómo se están construyendo la masculinidad. Necesitamos hablar más, debatir y educar sobre ello, crear nuevos referentes. ¿Acaso será la fragilidad del estereotipo de masculinidad mayor a la de una flor?

¿Por qué hablar de masculinidades hoy en Cuba? ¿Qué importancia toman estos debates frente al nuevo Código de las Familias?

Muchas personas conectaron el proyecto con el nuevo Código de la Familias. Si bien no fue inspirado específicamente en él, entiendo que pone sobre la mesa cuestionamientos sobre límites de roles para acercarnos a la igualdad y a una sociedad más justa. Es una temática que comparte con la nueva normativa y el debate alrededor de ella.

En definitiva, la aprobación de este código y su implementación nos acercaría a una sociedad donde los privilegios de algunas personas se conviertan en los derechos de muchas otras. Ojalá nuestra sociedad esté lista para acoger el enorme avance y progreso que esto significaría.

No es la primera vez que te acercas a temas de género desde la fotografía, ¿cómo puede esta forma del arte y la comunicación contribuir a desmontar estereotipos?

Las imágenes no son inofensivas. Todas implican un lenguaje, diseminan un mensaje de manera rápida, las entendemos de forma automática, nuestro cerebro lo hace así muchísimas veces al día.

En el proceso de asimilación de una imagen, tendemos a empatizar con los personajes que nos muestran, identificarnos con ellos, ponernos en sus zapatos, así se entienden y se pueden construir en nuestra mente ideas de lo que pudiéramos ser, de cómo pudiéramos comportarnos. Esto no es poca cosa.

Como artista visual, siento la responsabilidad dentro de un mundo androcéntrico de no sólo reivindicar la imagen híper sexualizada y cosificada de la mujer, sino también de sumar al imaginario imágenes construidas desde mi perspectiva como mujer, para que tal vez otras puedan reconocerse en ella.

Para una niña o una adolescente puede resultar difícil empezar a forjar su propia personalidad a partir de historias, cine, arte creado por hombres. Pienso que cuestionar los estereotipos de género y proponer nuevas maneras de existencia puede ayudar a muchas mujeres a descubrir, imaginar lo que pueden ser, a dónde pueden llegar. No es que exista algo malo en la mirada masculina, es que faltan muchas otras.

Entiendo cada vez más mi trabajo como un arma de lucha para desnaturalizar y resignificar la mirada hegemónica que nos construye. Problematizar conceptos ya establecidos es político, desnaturalizar genera rechazo, no es fácil moverse. Claro que va a generar miedo y resistencia, porque nos enseña a mirarnos de una manera nueva, pero esto, sin dudas, nos moviliza al cambio.

Tomado de la columna Letras de Género, en Cubadebate

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