Por: Neilán Vera Rodríguez
Tiene 16 años, está en onceno grado y divide la semana como puede, entre las clases en el Instituto Preuniversitario Urbano Ernesto Che Guevara, de Ciego de Ávila, y la dirección de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM) en los predios de la Ciudad de los Portales.
Cuando alguien, con esa carencia total de originalidad, dice que la juventud está perdida, Imilka Almeida pudiera ser ejemplo de todo lo contrario. Es joven, hace chistes, sabe qué es un meme, comprende perfectamente los apremios y las desmotivaciones de su generación, y apuesta por convertir la FEEM, desde su posición de presidenta municipal, en un espacio de confluencia y desarrollo colectivo para el estudiantado avileño.
En busca de las razones de Imilka, y también para conocer hacia dónde camina la FEEM de Ciego de Ávila, van estas líneas.
¿Cómo llegas a la presidencia municipal de la FEEM?
—Cuando se realizó la Asamblea Municipal de nuestra organización, ya integraba el Secretariado de mi escuela. Era la responsable de Estudio y Trabajo. Y me tocó participar en la Asamblea. Allí me eligen para el Secretariado del municipio, para atender la esfera Ideológica.
“Al poco tiempo, los tres cargos que estaban por encima del mío —presidente, vicepresidente y organizador— quedaron vacantes, pues quienes los ocupaban ya estaban en duodécimo grado y debían dedicarle la mayor atención posible a prepararse para las pruebas de ingreso a la universidad. Así, de un día para otro, me quedé al frente de esa estructura”.
¿Te asustó la tarea?
—No tanto. Bueno, sí. En realidad, todavía me asusta. En ocasiones, tengo miedo de que me choque con alguna otra tarea, como me ha sucedido cantidad de veces, y he tenido que correr para poder hacerlo todo. No obstante, poquito a poco, y con la ayuda de la Unión de Jóvenes Comunistas, hemos reconstruido el Secretariado Municipal.
“Este curso nos hemos centrado en que se realizaran los actos de ingreso a la FEEM, que siempre ha sido un punto débil del trabajo de la organización aquí. Luego vinieron las elecciones estudiantiles. Y, más acá en el tiempo, actividades deportivas, un festival de recogida de materias primas y varias iniciativas para prevenir el consumo de drogas entre los adolescentes. Siempre hay alguna idea nueva”.
¿Tiempo libre?
—No tengo mucho, la verdad. Es que quiero estar en todo y, a veces, debo abandonar algunas actividades para dedicarme a otras. Cambio de tarea como de ropa: clases de casino, jardinería con mi abuela, pintura, clases de música, el proyecto Décima Cuerda. Ahora estoy yendo al gimnasio e intento pasar tiempo con mi familia. Y estudio, por supuesto.
¿Qué no puede faltarle a un líder estudiantil?
—Sinceridad. No ganas nada mintiéndole a tu gente. No tienes idea del problema que creas con una simple mentira ni eres capaz de percibir la magnitud que esta pueda alcanzar, además de la desconfianza y el desánimo que produce. Por eso, la verdad ante todo, por muy cruda, dolorosa y fea que pueda ser.
¿Y qué le sobra?
—A veces, le sobra cargo, aunque suene contradictorio. Tú puedes ocupar un cargo, una responsabilidad determinada, pero, a fin de cuentas, perteneces a un grupo de personas que está en el mismo nivel que tú. No debes tomarte el cargo muy a pecho ni empezar a creerte cosas, porque eso volverá más difícil tu relación con los demás estudiantes. Entonces, te toca, en ocasiones, sin olvidar la tarea, bajarle dos rayitas y ponerte en la piel de los demás. La empatía es importante.
¿Cuáles son los principales problemas que debe resolver la FEEM en estos tiempos?
—El reto mayor es la comunicación. Muchos me dirían: ‘¿Cómo que la comunicación, si ahora casi todo el mundo tiene un teléfono móvil con acceso a Internet?’. Sí, es verdad que hoy es mucho más fácil contactar a otra persona, pero la experiencia diaria nos ha enseñado que no es igual cuando hablas a través de una pantalla que cuando lo haces frente a la otra persona. La comunicación cara a cara es fundamental.
“Lo otro es la capacidad que tengamos para motivar a los estudiantes. Hoy muy pocos están dispuestos a emplear su tiempo en las actividades culturales, recreativas y políticas que organiza la FEEM. Muchos ya tienen definido su proyecto de vida, y hacia allí enfocan todo su tiempo. No ven en la organización un espacio que necesiten y pueda ayudarles a crecer.
“Creo que no hemos sabido llegarles a nuestros adolescentes. No hemos conseguido que vean a la FEEM como esa familia en la que pueden recibir apoyo cuando tengan un problema. Hacia allá vamos, pero hay mucho por hacer todavía. La formación vocacional, por ejemplo, es una excelente oportunidad para que los muchachos vean algo útil y práctico en el trabajo que hacemos”.
(Tomado de Invasor)