noviembre 22, 2024
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Las lecciones de la adicción

Por: José Lázaro Peña y Ada González

Accede siempre y cuando se use un sobrenombre para proteger la identidad. Niega grabaciones y fotos, prefiere que escriba su historia en un lugar apartado, a mano, como los periodistas de antaño, quizás por miedo al bullying que podría recibir si algún conocido adivina su voz.

Su presencia impacta a simple vista: tiene ojeras enormes como bolsas, pues, según ella, suele trasnochar prácticamente a diario para aprovechar la madrugada y lleva una mala alimentación, la cual confirma que es pan y poco más para, cual John Montagu, el conde de Sandwich, comer rápido sin interrumpir una partida.

“Puedes llamarme Galadriel porque es mi nickname en Fornite y como juego en ligas extranjeras poca gente me conoce”.

Todo comenzó cuando sus padres, por su undécimo cumpleaños, le regalaron un móvil. La niña, haciendo uso de la wifi que tenía en casa, instaló Twitter, Instagram, Facebook y Snapchat. Se volvió sedentaria, nunca más salió con sus amigos y percibió un empeoramiento del rendimiento académico.

Se encerraba, cuenta, como una perfecta hikikomori y explica de primera mano cómo se siente el síndrome del aislamiento. Llegaba a casa, se bañaba y no salía de su cuarto hasta que, a regañadientes, la madre la sacaba al otro día para ir a la escuela. Fingía estudiar a toda hora y requería de un espacio tranquilo para que bajara la supuesta musa que la ayudaba en sus tareas.

Ya en el aula utilizaba el pretexto de ir al baño cuando, en realidad, solo deseaba actualizar sus estados de WhatsApp.

Relata que un fin de semana, hace alrededor de un año, la tienda de aplicaciones de Google le recomendó Zombie Tsunami y se desentendió del mundo.

“Creo que lo peor de todo es la privación del sueño para jugar o estar conectado, más todavía cuando te acuestas pasadas las cinco para levantarte a las seis. Pocas cosas deben sentirse peor que no ser dueña de tu propia voluntad”.

Actualmente tiene 15 años y, pese a sus notas sobresalientes en la Enseñanza Primaria, es de las últimas en su clase. Desde hace nueve semanas sus padres entendieron que padecía de nomofobia y decidieron consultar al psicólogo.

El adicto virtual

Poco a poco, los teléfonos móviles han sustituido la interacción natural en el tiempo de recreo de los estudiantes.

Aunque este caso pareciera insólito para el adolescente promedio, la dependencia extrema al teléfono móvil, a las redes sociales o al Internet de manera generalizada, también conocida como nomofobia, es un fenómeno que va calando lentamente en Cuba.

Hasta hace poco, en nuestro país no existían estudios que vincularan el uso frecuente de celulares con alguna fobia situacional cuando, desde hace más de una década, diversas investigaciones situaban a Latinoamérica como la región del mundo que más padecía esta adicción.

En su estudio de septiembre del 2021 titulado Nuestras relaciones cambiantes con las redes sociales, el gigante de ciberseguridad Kaspersky expuso que la mitad de los latinoamericanos pasan hasta seis horas diarias conectados en aplicaciones como Instagram, Facebook, Twitter (ahora X), YouTube o TikTok.

La licenciada fomentense en Psicología Raquel González Cruz alerta que el uso indiscriminado del móvil puede traer consigo cambios en los patrones de conducta, depresión, incapacidad de ser de ser solidarios y de sentir empatía o vergüenza.

“Algunos adolescentes no duermen la cantidad de horas necesarias por revisar el celular en las noches. Esto trae consigo un descenso del rendimiento cognitivo y, por ende, académico. Se aíslan de la sociedad, sufren depresión y padecen el FoMo (Fear of Missing Out), la ansiedad generada por el temor a perderse cualquier evento social. También presentan problemas cervicales y lumbares, dolores de cabeza intensos y pérdida progresiva de la visión”, constata González Cruz.

Fue durante el confinamiento que sobrevino a la covid cuando muchos de los investigadores cubanos dejaron de ver al smartphone solocomo una vía de comunicación para defender su límite de uso, sobre todo en menores de edad.

El teléfono móvil como herramienta educativa

El inciso i del artículo 22 contenido en el Reglamento Escolar vigente en Cuba reconoce como una falta grave “mantener activado el celular u otro dispositivo en turnos de clases, estudio individual u otra actividad docente o extradocente”, así como muy grave la utilización de dispositivos electrónicos para hacer grabaciones sin la debida autorización (artículo 24, inciso i).

A pesar de ello, representantes de la Dirección Provincial de Educación reconocen el valor de la tecnología para el aprendizaje, de ahí que se validen estrategias para incluir el empleo de las tecnologías en el proceso docente, siempre con previa autorización de los profesores, y con organización previa.

“La Resolución No. 357 plantea que puede usarse con fines educativos, pero en la Enseñanza Primaria no vemos realmente la necesidad de traerlo. En el caso de los docentes también regulamos su uso porque el ejemplo debe comenzar por quienes están al frente de las aulas”, sentencia Rilque Gómez Brito, director de la escuela primaria República de Bolivia, de Trinidad.

“Las escuelas no se responsabilizan por la pérdida de estos medios y en la nuestra institución se ha dado el caso de pioneros que se esconden para usarlo. Cuando ocurre, le retiramos al niño el dispositivo, lo traemos a la dirección y lo entregamos a los padres luego tener una conversación muy seria con ellos”, confirma Mayuli Ogando Ibáñez, directora de la secundaria Julio Sotolongo, de Trinidad.

Gracias a estas medidas, asevera Ogando Ibáñez, en el centro se usa la tecnología en beneficio de la comunidad y de los estudiantes, como es el caso de nuestra publicación seriada La voz del centro.

“El uso de los celulares está permitido en nuestra institución, pero solo cuando el docente lo tenga previsto, sin que genere disociación ni indisciplina y tribute a un proceso de enseñanza lo más eficiente posible”, explica Dunierky Díaz Medina, director del Instituto Preuniversitario de Ciencias Exactas Eusebio Olivera.

Asegura, a la vez, que la tecnología educativa como tendencia pedagógica ha alcanzado una notable expansión en nuestros días, sobre todo por las ventajas inmediatas que ofrece este servicio para fomentar la educación científica en la institución.

“En el caso de la Matemática, se utiliza mucho el GeoGebra: aplicaciones y herramientas digitales gratuitas para clases, graficar, geometría, pizarra interactiva y más”, apunta.

Si bien el uso de las tecnologías ha devenido un elemento inherente al desarrollo de todas las esferas de la vida, su uso desmedido desemboca en afectaciones terribles a la salud.

La psicoterapia cognitivo-conductual reconoce la nomofobia como la adicción más común del siglo, que supera, por mucho, a los opioides y el azúcar. La ayuda de un profesional en estos casos suele ser fundamental. Hay que permanecer alertas.

En video, La adicción azul

(Tomado de Escambray)

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