julio 8, 2025
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La ropa de la silla, ¿desorden o sistema funcional?

La acumulación de ropa en una silla, más allá de lo visible, configura un fenómeno que la psicología contemporánea analiza desde ángulos distintos y complementarios. Expertos en el campo del comportamiento y la salud mental han abordado este hábito destacando matices y variables que enriquecen la comprensión del tema y que van más allá de la simple postergación o la practicidad cotidiana.

El ciclo de la indecisión y el manejo del control

Joseph Ferrari, profesor de psicología en DePaul University y referente en el estudio de la procrastinación y el desorden, introduce un enfoque muy preciso al caracterizar este hábito como una manifestación del ciclo de la indecisión. Según explicó, el montón de prendas representa la tensión entre la intención de actuar y la dificultad para cerrar tareas.

Ferrari sostiene que la pila se convierte en una herramienta visual y simbólica que perpetúa la postergación, pero que, bajo ciertos límites, también puede dar al individuo la sensación de estar avanzando o al menos de estar consciente del pendiente.

La especialista en neurociencia ambiental y principal de Design with Science, Sally Augustin, expone que la consolidación del desorden en una única superficie, sea silla, banco o cualquier otro mueble, constituye un acto de racionalización.

Augustin enfatiza que al acotar el desorden a un espacio restringido, las personas transforman un potencial caos disperso en un sistema bajo relativo control, lo cual puede reducir la ansiedad asociada al desorden generalizado.

No obstante, señala que esta estrategia tiene una función temporal y que, cuando el hábito se convierte en norma estable, deja de ser un paliativo efectivo y puede reflejar una mayor dificultad para gestionar las rutinas.

Identidad visual y resistencia al cambio

En el plano de la identidad personal, la psicóloga Emma Kenny profundiza sobre cómo el vínculo a ciertas prendas responde a una resistencia a abandonar etapas o aspectos esenciales del yo.

La especialista describe que este apego no solo cumple una función nostálgica, sino que también expresa la lucha interna por mantener partes de la propia historia o por diferenciar entre lo que se debe conservar y lo que se puede dejar ir. Así, cada prenda sobre la silla representa una pequeña decisión pendiente ligada a emociones y narrativas personales.

Christopher Boutlier, diseñador de interiores, resalta que la existencia de este hábito, desafía la idea clásica de orden absoluto y subraya la flexibilidad inherente a los modos de organización actual.

Según Boutlier, aunque existan alternativas y recomendaciones para mantener espacios libres de acumulación, las personas tienden a improvisar sistemas intermedios porque estos se integran mejor a sus horarios y formas de vida, sugiriendo una adaptación social a la sobrecarga y la multiplicidad de actividades urbanas modernas.

(Con información de agencias)

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