La necesidad de no quedarse fuera de nada, el aumento de estímulos tecnológicos y la crisis económica global actual forman un cóctel que ha transformado la manera de consumir de la Generación Z. Nacidos entre 1997 y 2012, se caracterizan por priorizar el gasto en experiencias, especialmente en el universo musical, antes que en bienes materiales.
La música en vivo: lo último que resignaría la Gen Z
A pesar del incremento en el precio de las entradas, solo uno de cada cinco jóvenes de la Gen Z estaría dispuesto a reducir sus gastos en conciertos si atravesara problemas financieros. “En momentos de recesión necesitamos diversión y entusiasmo en nuestras vidas, por eso los fanáticos invierten incluso en tiempos difíciles”, afirma Paul Samuels, presidente de Global Partnership.
Más allá de lo económico, la búsqueda de pertenencia e identidad es otro pilar clave: el 70% se siente “como en casa” en shows, el 65% se identifica con la comunidad de fans y el 86% construyó vínculos con personas que comparten sus intereses musicales.
Encuentros en vivo: válvula de escape
“Esta generación está marcada por la ansiedad, la incertidumbre y la presión del contexto. Los conciertos funcionan como válvula de escape y territorio de expresión personal. El consumo cultural digital está siempre presente, pero el vivo tiene un plus: la energía del cuerpo, el encuentro con otros y la autenticidad de las emociones compartidas”, explica Ximena Díaz Alarcón, CEO y cofundadora de Youniversal.
Autenticidad como inversión
Aunque la Gen Z es una generación digital, efímera e inmediata, las experiencias en vivo se han convertido en una necesidad de escape para conectar con la vida y otras personas, a través del arte. La inversión es económica y personal, no solo compran una experiencia musical, sino el bienestar y la búsqueda de autenticidad y personalidad.
(Con información de agencias)
