Por: Yaima Cabezas
Para cerrar por ahora esta triada de textos sobre la telefonía celular de reciente generación, que de conjunto con Internet se ha convertido en una herramienta de doble filo, hablaremos sobre cómo los psicólogos relacionan la aparición de los teléfonos inteligentes con la pérdida de la salud mental y el incremento de las tasas de soledad en adolescentes.
Según investigaciones consultadas y la propia experiencia personal, todo parece apuntar a que de tanto imbuirnos en los teléfonos inteligentes, y otros dispositivos digitales que de igual manera ofrecen tantas ventajas y generan adicción, muchas personas, sobre todo niños, adolescentes y jóvenes, mantienen un comportamiento solitario porque poco a poco pierden la capacidad y el interés de socializar y mantener relaciones humanas presenciales.
Una vez más recordamos cómo la pandemia de la covid-19 fortaleció el uso que hoy le damos a los celulares, pues fue la alternativa más utilizada mientras guardamos el aislamiento social. En aquel momento fue necesaria esa solución para no volvernos locos en soledad, a veces sin compañía entre cuatro paredes, sin poder trabajar presencialmente, ir a un parque o teatro. Durante ese tiempo de limitaciones el teléfono nos salvó y nos proveyó de la herramienta de la comunicación instantánea para mantener el contacto con familiares, amigos, y compañeros.
Y fue bueno porque de otro modo el impacto del confinamiento en la salud mental hubiera sido mayor. Encontramos otras maneras de ser eficientes, muchas personas que nunca habían usado Internet, tuvieron que aprender para establecer relaciones. Y niños, adolescentes y jóvenes se enfrentaron a clases on line para continuar sus compromisos escolares a través de chats y plataformas afines. De ese modo, el vínculo fue casi obligado, no hubo mejor opción, y por eso fue casi justificado que permanecieran demasiado tiempo conectados, día y noche.
La pandemia de la covid-19 pasó, pero dejó otra peor porque, aunque sus efectos emocionales no han desaparecido del todo, con la imposición de nuevas rutinas como el teletrabajo y las videollamadas cambiaron muchos de nuestros hábitos.
Sin embargo, ese contexto no es el único responsable, solo un factor más de que ahora sea tan masivo este comportamiento, pues ya desde antes sucedía que muchas personas tendían a la soledad o se sentían solas, aunque no lo estuvieran. Se trata de una especie de soledad emocional.
De acuerdo con investigaciones sobre el tema, la tendencia, hasta el boom de la telefonía inteligente en el año 2007, fue que los índices de soledad en adolescentes y jóvenes iban en descenso; pero desde que estos dispositivos comenzaron a estar más presentes en nuestras vidas se observó que las estadísticas comenzaron a variar hacia el incremento de esos niveles de aparente desolación, lo cual coincide con ese comportamiento mundial de salir y dormir menos por estar más tiempo conectados a Internet o jugando con aparatos digitales, en la mayoría de las veces, solos.
No hay que ser muy experto para comprobar que las redes sociales, además de proporcionar inseguridad e incentivar las comparaciones con la mejor versión, mejorada y producida, de los otros, también puede provocar sentimientos negativos como el rechazo personal por la apariencia, por ejemplo, y esto, a su vez, desencadenar el autoaislamiento y que disminuya el tiempo de las actividades sociales.
Este fenómeno no debe ser visto como menor. Estar solos durante pequeños periodos, no está mal porque a veces necesitamos soledad para aclarar nuestras mentes, trabajar con concentración, o simplemente, descansar. Pero, pasarse en la dosis puede, incluso, traer algún riesgo de enfermedad cardiovascular, o demencia. La soledad está relacionada con el estrés constante, con la disminución de la función inmunológica, la baja autoestima, la ansiedad, y otros males no menos importantes.
El ser humano es, en esencia, un ser social, relacionarnos con otros es saludable.
(Tomado de CubaSí)