Por: Yaima Cabezas
Volviendo al tema de los perjuicios de la telefonía móvil inteligente en las personas, sobre todo en niños, adolescentes y jóvenes, esta vez hablaremos de un fenómeno social que ya hemos mencionado de manera general. Se denomina phubbing, tiene que ver con la incapacidad de socializar y puede dejar serias consecuencias en el sector más vulnerable.
Nos referimos a ese comportamiento repetido de priorizar la atención al aparato, ya sea celular, tableta u otro dispositivo, mientras se ignora a quien se tiene justo al lado. ¿Le parece haber visto conducta similar? Probablemente, sí, más de una vez; con seguridad lo vive a cada rato.
Quizás no de manera directa, pero ha identificado cómo pequeños grupos de individuos permanecen juntos todos mirando sus teléfonos sin interactuar unos con otros. Esa es una fotografía bastante repetida, la vemos en el horario del recreo en escuelas, en cenas familiares, en la parada de la guagua, en los viajes colectivos. Cualquier escenario.
No se trata de solo un proceder momentáneo, de una situación casual sino bastante cotidiana generada por la capacidad que tienen los teléfonos inteligentes —y otros artefactos— de abstraer mientras ofrece contenidos atractivos o necesarios.
A largo plazo no socializar con nuestros semejantes impacta en la salud mental porque las relaciones humanas requieren contacto físico, mirarse, intercambiar. Es por eso tan común que adolescentes con esas vivencias tengan, además, baja autoestima y se sientan invisibilizados o aislados socialmente, e incluso, con episodios de ansiedad o depresión sin causa de peso real.
El phubbing se da de muchos modos, también en las relaciones de padres a hijos cuando los primeros se encuentran ensimismados en sus pantallas y ni siquiera escuchan si los menores intentan llamar su atención para alguna demanda personal. Los niños suelen sentirse solos, desprotegidos, que no importan, y pueden hasta creer que no los quieren. Psicológicamente esto afecta tanto la comunicación como la confianza.
No todas las personas desarrollan la adicción al teléfono celular, pero para muchas es más fácil caer, se sienten mal si no lo miran, y no poseen autocontrol. Esto sucede con mayor frecuencia si no se tiene la madurez precisa para poner límites y decir hasta aquí, o sea, en edades tempranas. Se supone que con los años se encuentre dominio de sí mismo, se supone.
Ya hemos visto dos formas de phubbing. Cualquiera lo puede sufrir. De acuerdo con expertos, algunos de los efectos más nocivos del phubbing tienen que ver con la superficialidad de las relaciones sociales. Sin embargo, no siempre los pequeños son culpables. Muchas veces acuden al teléfono por desmotivación, soledad, buscando cubrir alguna necesidad. Lo primero que debemos hacer es evaluar nuestro propio proceder, ser críticos y corregir si existe algún descuido en la atención que les damos por culpa de algún aparato.
En otras oportunidades, cuando son ellos los adictos, también los tutores tienen responsabilidad porque no fiscalizan el uso que le dan al teléfono, ni el tiempo que le dedican porque los prefieren entretenidos. Y a veces se percatan y ya el vicio está instalado, con necesidad de terapia.
Debemos estar expectantes y ser rigurosos en verificar cómo se relacionan los adolescentes con las tecnologías y diagnosticar cuándo es excesivo porque a tiempo siempre todo tiene solución. Conviene estimular la comunicación, crear ambientes de esparcimiento sano, ofrecer variantes de intercambio.
Una medida sencilla puede ser mantener los espacios familiares, como la cena en la mesa, lejos de todo teléfono inteligente y sin apurar que concluya. Este es un momento que no solo nos sirve para comer sino para socializar y hacer el resumen del día. Aunque parezca inocente, es de gran aporte a las relaciones interpersonales.
También recomendamos que, ante cualquier interacción, cuando hablemos y estén utilizando el teléfono celular, exijamos a la otra persona que aparte la vista y nos escuche para que conecte con lo que le decimos; y que lo apliquemos igual cuando sea al revés porque ofrecer el ciento por ciento de la atención es, además de lo correcto, garantizará que las relaciones se mantengan estrechas, sin fracturas.
(Tomado de CubaSí)