Por: Raúl Escalona Abella
“¡Rojito, no le digas nada!” es la frase más nítida y antigua que recuerdo sobre Mario Almeida. El estruendo vino de la garganta de la profesora de Historia de Cuba, Saturnina, a quien si Martí la hubiese podido caracterizar lo habría hecho de “negra magnífica”.
Saturnina era una espada, cimitarra y mandoble a la vez, grávida y dinámica caía sobre nosotros con agilidad y densidad: se movía, gritaba, hablaba con pasión de los patriotas y de sus historias y en ese andar todo el mundo temblaba porque preguntaba constantemente.
En una ocasión el dedo atravesó el aula y cayó, pesado y grácil, sobre Álvaro, compañero de mesa de Mario, y luego fue la pregunta, seca y profunda como un corte metálico; y de inmediato la parálisis de Álvaro, el congelamiento que aquella señora producía, proveniente no del miedo, sino de la admiración y del desbordamiento pasional que eran sus clases. En ese instante fue la mueca, el gesto de Mario, la insinuación de ponerle un torniquete a aquella herida en forma de pregunta, la reacción de solidaridad involuntaria que existe entre dos compañeros de mesa, de aula; pero para la espada, mandoble y cimitarra a la vez, aquello era inaceptable. “¡Rojito, no le digas nada!”. Y ya después fue la risa, “¡Rojito…!”.
Porque Mario se pone rojo en circunstancias muy diferente: cuando el sol lo agarra y le recuerda que su piel y la de sus ancestros no se curtió en este lado del mundo; cuando la vergüenza le atraviesa el semblante y el rojo es una señal de molestia consigo mismo; y cuando el disgusto le enardece la garganta hasta volverse marmórea y venosa. Y con esas “rojedades” ha asumido el periodismo, como profesión de fe y de sacrificios, y así lo ha demostrado.
Mario se lanzó de los primeros a un centro de aislamiento a ayudar, pero también a contar aquel lugar límite, en un momento que poco se sabía de aquella pandemia que nos heló y quitó tantas cosas. Ahí escribió las Bitácoras del Alma, suplemento de crónicas de entrega diaria que fueron publicadas en la Revista Alma Mater, premiadas en el Concurso Nacional de Periodismo 26 de julio y recientemente emitidas en una versión para la televisión. Ejerce actualmente como profesor adiestrado de la disciplina de Periodismo Impreso en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y escribe en Cubahora una serie que lleva el signo de sus tantas búsquedas: Karazusias, así, mal escrito, porque con esos trazos y errores está vivo el sustrato del pueblo, el que Mario busca, el que ha decidido contar y acompañar en su suerte.
Comencemos por una breve presentación ¿Quién es Mario Almeida?
—Mario Almeida es el hijo de dos médicos matanceros, el nieto de un bodeguero, una ama de casa y dos oficiales de bajo rango del Ministerio del Interior, y bisnieto de campesinos y obreros. Yo creo que eso es importante porque eso marca de alguna forma los oficios y, por tanto, los mundos en los cuales la familia se ha ido reproduciendo y forma parte de lo que nos llega.
Estudié ballet cinco años y el resto es bastante normal con respecto a cualquier otro niño de escuela.
Eres de Matanzas…
—Si, de Matanzas, pero Matanzas es grande. Yo me crié entre la ciudad de Matanzas y otros pueblos por la procedencia de mis padres de Sabanilla y Corral Nuevo que están en la periferia. Entonces mi primera infancia tuvo esa doble sintonía de niño de ciudad y niño de campo que nunca llega a ser ninguna de las dos cosas, y sigue siendo así. Y ese transitar intermedio ha sido importante para mí porque me ha dado vivencias y determinadas sensibilidades para entender y contar en esos mundos.
¿Por qué de todas las profesiones del mundo elegiste el periodismo?
—Siempre desde pequeño me ha gustado escribir. Y uno tiene etapas en las que quiere ser novelista y poeta, que son caminos válidos. Lo cual no es descabellado porque muchos periodistas han tomado el camino de escribir poesía y narrativa. En el pre recuerdo que me la pasaba contando cosas cotidianas tomando de base a personajes que me rodeaban y eran estímulos a los que yo respondía. Y el periodismo fue una opción que se concretó y creo que no nos ha ido mal.
Podría parecer paradójico que un recién graduado de Periodismo permanezca en la academia. ¿Por qué permaneciste en la Facultad de Comunicación cuando te graduaste?
—Alejo Carpentier decía que en América Latina hace falta ser aprendiz y profesor al mismo tiempo. Por la agilidad de los tiempos, por las carencias de partida, en fin, una serie de problemas de base que tenemos como sociedad, como continente. Y no se puede renunciar a enseñar, por muchos estigmas que existan, por ejemplo, que para ponerse delante de un aula hay que tener años de experiencia; sin embargo, el hecho de realizar durante años un oficio no significa que se llegue a comprender ese oficio, sus complejidades, sus orígenes, sus variaciones. Entiendes una técnica específica, pero no necesariamente lo que se hace y sus connotaciones sociales. Y esto no significa que yo lo entienda, pero sí creo en la importancia de esa combinación entre la enseñanza y la práctica profesional. Por eso no abandono el influir en la enseñanza y continuar creciendo profesionalmente de la mano; o sea, de seguir trabajando en los medios; seguir creando y aprendiendo en la práctica.
¿Cuáles han sido tus referentes en tu formación periodística y humana? Porque siempre se nos tiende a reducir en tanto la profesión, pero tú más allá del periodismo tienes una sensibilidad, una sensibilidad poética porque haces décimas también; y también tienes inquietudes y descubrimientos ¿Qué has descubierto tú con el periodismo y qué referentes te permitieron descubrir también ese universo?
—Yo creo que referente es todo lo que nos toca la sensibilidad y nos ayude a enriquecerla. En el campo periodístico los referentes uno va poco a poco conociéndolos. En el caso cubano, para lo que mayoritariamente hago que son las crónicas, tengo como mis indispensables a José Martí, Pablo de la Torriente Brau y Alejo Carpentier. Son personas que nos hablan de contradicciones, no solo en su hacer periodístico más concreto, sino en lo que pensaron, y su obra es el intento de comprender esas contradicciones. Por tanto, las contradicciones no son periodísticas -si algo así pudiera existir-, sino que van hacia el ser social en su conjunto, con la familia, la política, la vida, etc.
“Un poco más a nivel internacional veo en Ryszard Kapuściński un claro referente por las cosas que hizo. Algún día me gustaría, más que estar en esos lugares y conocer las situaciones que vivió y contó, llegar a tener la capacidad y la sensibilidad para ver las cosas cómo él las vio y contarlas como él las contó. En Kapuściński hay un nivel de coherencia y de respeto a lo que estaba haciendo que sobrecoge.
“Los referentes pueden ser también más que personas, situaciones. A veces una persona puede hacer algo terrible, pero después en otra situación se comporta de manera noble y es capaz de arriesgarlo todo, y ahí surge ese entramado de contradicciones en el que estamos metidos, y es también en ese instante que puede surgir un referente”.
¿Eso te da te ha sucedido? ¿Has encontrado ese tipo de experiencias?
—Sí, eso lo veo fundamentalmente en mi familia. Mi familia es algo que yo como periodista también he intentado contar. Y yo creo que he probado mi sinceridad con mi familia también. Cosas que hicieron mis abuelos y mis padres. Cosas positivas que yo he visto y he disfrutado de ellos y las he contado; como también he contado cosas que no lo son tanto, a veces sin poner sus nombres, pero sabiendo que estoy hablando de ellos.
“Porque en mi abuelo, mi abuela, mi papá, mi mamá, en los vecinos, etc. confluye lo bueno, lo glorioso que tiene este país, pero también confluyen lo malo de racismo, la xenofobia, la homofobia todo eso confluye y a veces uno tiene que ver cómo saca lo bueno, cómo se inspira en esas cosas reconociendo que está rodeado también por esas otras cosas”.
Mario, tu inserción en el imaginario periodístico actual te ha hecho entrar en el camino de los cronistas ¿Por qué la crónica? ¿Qué buscas en las historias que cuentas?
—La crónica es el discurso periodístico más cercano a la comunicación más normalizada. Se aproxima mucho a como uno habla o piensa normalmente porque tiene esa flexibilidad. Uno puede convertirla, si funciona, en algo diferente e indescifrable. Digo si funciona porque puede no funcionar. Es bastante orgánico en lo que es la relación entre el diálogo, el pensamiento y la expresión.
“¿Qué busco yo? Fundamentalmente entender. Qué está pasando en algo. Nosotros como periodistas y como prensa en general tendemos a reducir los hechos que ocurren a un lead periodístico y en algunos casos tiene que ser así por cuestiones de espacio. Pero también tenemos el deber de rebasar eso guiados por esas preguntas del lead (qué, quién, cómo, cuándo, dónde, por qué, para qué) y llevarlas hasta sus últimas consecuencias. Se trata de eso, llevar el lead periodístico hasta el final.
“También uno tiene sensibilidades, preocupaciones políticas, preocupaciones filosóficas y ve las cosas que están luchando también con el contexto, con la política del país, con nuestros semejantes. Las contradicciones que nos envuelven y que uno trata desde lo que hace tener una postura frente a esas cosas y aportar algo desde la crónica y el periodismo de manera general.
“Por ejemplo, yo he tratado el tema de lo que se conoce como “la marginalidad” y la cuestión de oficios que son muy subvalorados. La idea es ver lo que hace la gente, cómo lo que hacemos nos va constituyendo, y en esa constitución encontramos los matices.Se trata de encontrarle un lugar en la prensa a gente y rostros que no suelen estar en ella.
“Esto es algo que nuestros medios realizan también, no es que yo esté inventando nada ni mucho menos; muchos colegas también lo hacen, pero creo que es una línea esencial sobre la que debemos insistir. Sobre todo, explotar esas contradicciones que se mueven en esos contextos y que no son contextos que se muevan aislados completamente. Porque aunque nosotros estemos en el mundo de la prensa, en el mundo de la de la educación superior, también venimos de esos contextos de alguna manera. Tenemos relaciones de hermandad y cercanía con personas de muy distinta índole que hacen muchas cosas diferentes. Quizás unos sean embajadores, otros sean vendedores en una MIPYME u otros estén presos ahora mismo. Se trata de adentrarnos en las contradicciones que tienen ellos particularmente cada uno, que es una forma de entrar en la gran contradicción que se forma cuando uno junta todas esas historias y ve de frente a la sociedad cubana”.
Hoy el país está viviendo una crisis muy profunda, una de las más profundas en su historia y eso también se refleja en el mundo del periodismo de alguna manera: hay insuficientes periodistas, por un lado, pero por otro hay poca permanencia de graduados de periodismo en los medios de comunicación públicos ¿Desde qué lugar haces periodismo en Cuba y por qué lo haces?
—Bueno está la posición de defensa. Pero la cuestión está en defender qué y a quiénes. Está difícil la pregunta…
Pero es ineludible, Mario…
—Yo creo que desde la misma postura que mencioné ahorita: empezar a aportar algo a la construcción de lo que está siendo y será la Nación cubana; y no solo con la nación cubana, sino lo que implica la Nación cubana para buena parte del mundo que a veces es algo que pasamos por alto…
¿Tú estás satisfecho con la Nación cubana concreta de hoy?
—No, claro que no. Ni creo que la Nación cubana de hoy o la de algún momento es algo estático, ni que se pueda sostener en la estática. Sino algo que avanzará de manera disparatada en algunos casos, de manera más organizada, pero siempre está en constante construcción. Y eso no está mal. Pero en esa confluencia de constructos de lo que está siendo, ha sido y podrá ser la Nación cubana, nosotros también tenemos una postura; tenemos perspectivas de hacia dónde podemos guiar eso que será la nación cubana de nosotros en unos años, la de nuestros hijos, nuestros nietos. O sea, la de los cubanos que permanezcamos aquí, y de los que siguen, aunque estén lejos.
“La construcción de esa nación donde quepan todos los que la quieren es algo muy difícil, para lo cual no tengo toda la respuesta. Pero sí comparto la voluntad de otros tantos cubanos y cubanas de construir desde el lugar en que me encuentro, y ese lugar es el periodismo, y desde esta profesión podemos ayudar en esa búsqueda, en definitiva, el periodismo siempre hace eso, sea consciente o inconsciente; pero si estamos conscientes de lo que hacemos es mucho mejor, para no pecar de ingenuos”.
Mario, fuiste seleccionado candidato al Comité Nacional de la UPEC, como miembro de la Delegación de base de la Facultad de Comunicación, por lo que se hace inevitable la pregunta ¿Qué piensas cuando piensas en eso que se le ha denominado periodismo cubano y que la UPEC ha defendido en los últimos 60 años como organización gremial?
—Sí, es una gran responsabilidad ser candidato al Comité Nacional, lo que agradezco y recibo con una gran sorpresa. Estar en la Facultad tiene la potencialidad de que uno se puede mover en varias aguas de lo que es la prensa cubana. Por una parte, uno está en relación con los futuros periodistas cubanos en el lugar donde se enseña a esos futuros periodistas, pero también es el lugar de quienes también hacen ciencia o piensan de forma más reposada lo que es el periodismo cubano, y parte de esos docentes están trabajando en los medios, entonces tenemos esa confluencia que convierte este espacio en un lugar complejo y diversos y, por lo tanto, muy rico en sus posibles aportes, y nos otorga una mirada del mundo de la prensa como algo más allá de los medios. Entonces esa mirada integradora es algo que la Facultad puede aportar desde las preocupaciones de quienes nos encontramos en ese mundo y no estamos en el centro de la producción periodística.
“Ahora, ¿en qué pienso cuando hablamos de prensa cubana? La prensa está orgánicamente enlazada con el tipo de sociedad en la que está funcionando y nuestra sociedad tiene muchos conflictos, muchas contradicciones en su búsqueda del horizonte socialista. Entonces en esa búsqueda cometemos muchos errores y estamos en esa constante prueba y error. Hay cosas que pueden funcionar para avanzar en ese empeño y cosas que no. Esa circunstancia nos sitúa en una tradición y una perspectiva. Cuando nosotros pensamos en esta tradición de periodistas cubanos como Martí, como Pablo, como Carpentier, son periodistas que fundaron de alguna manera un modo de pensar la prensa y hacerla, no solo en Cuba, sino en Hispanoamérica, con preocupaciones arraigadas a lo social. Menciono esos porque son los más conocidos, pero en nuestro contexto revolucionario más reciente también hay nombres que incluso algunos nos acompañan aún. Pienso en Rodolfo Walsh, en nuestro profe Roger Ricardo Luis, en Pepe Alejandro Rodríguez, en Rolando Pérez Betancourt, y otros. Es injusto mencionar nombres porque son muchas las personas que han entregado su vida no al periodismo, sino a un determinado tipo de periodismo dispuesto a hacer de todo por esa sociedad”.
(Tomado de Cubaperiodistas)