Por: Odalis Riquenes Cutiño
Se graduó como ingeniero mecánico en 2018, con título de oro y como el egresado más integral de la Facultad de Ingeniería Mecánica e Industrial de la Universidad de Oriente (UO). Pudo haberse quedado en la academia, como docente, o hurgando en la ciencia de los materiales, que le apasiona, pero escogió trabajar en el sector eléctrico.
Labora como especialista A de Mantenimiento Industrial en la Empresa de Mantenimiento a Centrales Eléctricas (EMCE) de Santiago de Cuba, y se desempeña en el área de calderas, una de las zonas claves y más retadoras de las termoeléctricas.
La extensión de su jornada laboral se mide con la cinta de la disposición: a la hora que sea. Los días de descanso se suspenden cuando manda el deber, y su cotidianidad lleva el signo del desafío y la innovación.
Es militante del Partido, secretario de la UJC de su centro, —espacio de noveles que crecen desde la consagración—, ocupa cargos en su comunidad y se prepara como reserva de cuadros del director de su empresa.
A sus 30 años, la historia de vida del santiaguero Leonardo Fernández Chibás está más allá de cualquier resumen. Palpita con el devenir de su tiempo y en los bríos de muchos, tan jóvenes como él, que encuentran la realización en el desafío y hacen del aporte su día a día, sin dejar de ser alegres ni de luchar por sus sueños.
La mecánica del día a día
Siempre quiso ser ingeniero, confiesa. Y aunque la nota de Español en las pruebas de ingreso lo apartó de la Automática, su primera opción en la boleta del preuniversitario, la calidad de sus profesores de la UO, la atracción de materias como el diseño y la ciencia de los materiales, lo convertirían en un eterno enamorado de la Mecánica.
“Cuando me gradué pedí ir a una industria, relata, porque quería conocer en qué consistía mi ingeniería, ampliar mis conocimientos… Tal vez algún día regrese a la universidad, y me gustaría, pero con la preparación suficiente para poder nutrir a los jóvenes de un conocimiento no solo teórico, sino desde la práctica que tanto necesita el país”.
Inició su vida laboral en días difíciles, que forzaron al sistema electroenergético a emplearse a fondo: “Empecé a trabajar en septiembre de 2018, y en 2019 comenzaron las situaciones graves con el combustible que obligaron a buscar alternativas. Luego vino la COVID-19, en la cual a los jóvenes nos tocó asumir, pues los principales especialistas eran personas mayores, vulnerables, y tuvieron que salir del centro. Esa fue nuestra zona roja.
“Fue un momento de crecer como ingeniero y como persona. Vi a muchos ayudantes volverse mecánicos; a soldadores de una categoría hacer trabajos de otra. Cuando a finales de 2020 el sistema energético comenzó a colapsar por el aplazamiento de los mantenimientos, nos tocó pasar de los capitales a los parciales y aportar en las discusiones de las estrategias para encaminar el proceso.
“Mi empresa, la EMCE, lleva el mantenimiento de toda la parte mecánica y eléctrica de la central termoeléctrica Antonio Maceo (Renté), que posee las unidades de mayor obsolescencia tecnológica del país, y eso nos obliga a estar innovando constantemente. Hoy tenemos en el Ramal nacional del Ministerio de Energía y Minas ocho trabajos de innovación, cinco de Renté, pues ellos se ocupan de la química y la automática; y tres de nosotros, que incluyen nuevas soluciones y la recuperación de partes y componentes en desuso que benefician turbinas, válvulas, circuitos… Y ahí está el aporte de los jóvenes”.
La entrega tras cada megawatt
En cinco años de labor, Leonardo ha aprendido de todo. Con seis meses de trabajo y a punto de hacerse fijo, le tocó dirigir el mantenimiento de un calentador de aire regenerativo (CAR), uno de los equipos principales para definir la eficiencia de una caldera, pues es donde se calienta el aire para que llegue a los quemadores.
“Fue un momento difícil, y con tan poco tiempo de graduado implicó mezclar dotes de dirección para organizar el proceso y la preparación técnica. El dispositivo estaba quemado y había que llevarlo a los parámetros nominales: había que sacar, picar y cambiar grandes cantidades de hierros calcinados. Fue una tarea muy impactante para mí, pero lo logré, incluso en menos tiempo de lo planificado, y tuve la satisfacción del reconocimiento de la dirección de la Empresa y de la Unión.
“Soy de los que siempre intentan aprender. Trabajo en calderas, pero si van a destapar una turbina o sacar un rotor de un generador, trato de estar allí y pregunto, busco…”.
Con esa misma disposición cursa el primer año de la Maestría de Diseño Mecánico de la UO, en la cual intenta atemperar los preceptos de la ciencia de los materiales a la realidad de la termoeléctrica Antonio Maceo.
Cuando el grupo de WhatsApp del que todos son parte anuncia una avería o un mantenimiento, nadie queda indiferente: “Hoy voy voluntario… Oye, yo también me apunto, terminé mi área y voy a apoyar…” Esa es la norma.
“Me han llamado a las tres de la madrugada, o a la hora de irme ha aparecido una avería y he tenido que estar hasta dos días sin ir a mi casa, pero ningún cansancio se compara con la satisfacción de ver una unidad encendida y sincronizando, aportando al país. Eso te da un regocijo tremendo, porque sabes que al fin a alguien le está llegando el fluido a su casa. Y aunque a veces vivimos el colmo del trabajador de una termoeléctrica (llegar al hogar y no tener corriente), te queda el sabor del deber cumplido, de la tarea realizada.
“El año pasado nos sacrificamos bastante, pero tuvimos resultados. Nuestro compromiso es que, a pesar de las dificultades, nunca se pase del tiempo previsto una unidad detenida. Por eso cuando se da una avería en cualquiera de las tres unidades que tenemos hoy en línea, la tarea es devolverla al sistema en el menor tiempo posible. Gracias a eso, a pesar de lo añejo de su tecnología, Renté fue una de las termoeléctricas más estables en 2023.
“Igualmente, de un promedio de 57 megawatts (MW) diarios que se generaban a principios del pasado año, al comienzo de este 2024, alcanzamos un promedio diario de 75 MW, unos 20 más, y esos son resultados que nos enorgullecen, pues, como recalca nuestro director de Renté, es muy fácil mantener una termoeléctrica con mucho dinero y todos los recursos: lo honorable es hacerlo en nuestras condiciones.
“Comparto con mecánicos y obreros que se meten y salen de la caldera llenitos de grasa; generar un megawatt se dice fácil, pero es el fruto del esfuerzo y sacrificio de muchos hombres y mujeres que están allí 12, 14, 20 horas. Siempre digo que ellos son mis héroes, y no renuncio a la idea de que, como los aplausos a los médicos en la pandemia, un día pueda abrir la válvula de seguridad de Renté en honor al sacrificio que han hecho por tantos años.
“Renté es nuestra casa, estamos allí más tiempo que en nuestros hogares, pero cuando llegas, no te quieres ir. Estoy enamorado de mi ubicación laboral. No me veo como ingeniero fuera de Renté. Intento que mis ideas sean consecuentes con lo que hago, para un día ver los resultados. Sé que no será hoy ni mañana, aspiro a dentro de 20 o 30 años, cuando vea a Renté funcionando, decir: Yo ahí aporté un poquitico. Esa satisfacción es para mí suficiente”.
Actúa, dice, guiado por convicciones que le vienen desde la cuna. «Fui criado en una familia humilde, pero muy responsable; mi mamá, profesora, y mi padre, trabajador en un almacén, lo único que me pidieron es que fuera estudiante universitario, y me dijeron siempre: si vas a la universidad, es gracias a la Revolución.
“Yo tengo que ser consecuente con eso, y con Fidel, a quien crecí amando como ese padre grande que tenía Cuba; con mis profesores, que me enseñaron a amar la Patria; con mi familia, que para lo que haga falta está, tanto para mí como para el país.
“Cuando veo a los pioneros, la convicción de los estudiantes, veo en ellos esa etapa de mi vida que me hace seguir creyendo en los jóvenes. Por eso siempre digo que mi “sueño americano” es Cuba”.
(Tomado de Juventud Rebelde)