noviembre 22, 2024
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Embarazo adolescente: La espiral de la prisa

Por: Neilán Vera Rodríguez

Tiene 15 años y un montón de sueños por cumplir. Quiere estudiar, ir a la universidad y convertirse en una profesional. A su edad no hay problema demasiado grande, pues sus preocupaciones son las propias de una adolescente: la escuela, las amigas, las fiestas, el chiquito que le gusta tanto… Todo le va bien y, aunque no lo imagina, esa paz interior que hasta hoy había sentido se llama felicidad. Pero la vida se le tuerce en un instante, cuando las gotas de sangre que no acaban de bajar se transforman, primero en miedo y luego en certeza. Esta semana le toca la menstruación y nada.

Con ayuda de una amiga del aula consigue un test de embarazo y, aunque se siente aterrada, decide salir de dudas. Quizá sea un desajuste menstrual y no haya razón para tanta alarma, se consuela mentalmente. Orina y, sentada en la taza del baño, espera unos minutos hasta que el test dé un resultado. A partir de ahora siempre usará condón, no va volver a pasar estos sustos, se promete mientras mira los azulejos de la pared.

Baja la vista al test y se le corta la respiración. Por un momento, el piso y las paredes dan vueltas. Orbitan en torno suyo. Todo parece irreal, como si no le estuviera ocurriendo a ella. Revisa de nuevo el test, con la esperanza de haberse equivocado al mirar, pero no. Dos rayas quiere decir positivo. Dos rayas cortan su mundo en tajos.

Números que no mienten

Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), entre 2017 y 2021 la tasa de fecundidad adolescente del país mostró un ligero descenso. En 2021 fue de 49,2 nacidos vivos por cada 1000 mujeres de 15 a 19 años. Estas cifras, sin embargo, no registraron a las adolescentes que abortaron, a las que dieron a luz a bebés muertos ni tampoco a las embarazadas de 12 a 14 años.

De acuerdo con un informe de la doctora Tania Margarita Cruz Hernández, viceministra primera de Salud Pública, reseñado por el diario Granma, en 2022 la incidencia del embarazo adolescente se redujo del 18,1 al 17,8 por ciento, aunque varias provincias presentaban un índice superior a la media nacional. No obstante, ese año la fecundidad adolescente decreció con menos rapidez que la de otros grupos etarios.

Si seguimos el rastro de los números, hallaremos las declaraciones de Antonio Aja Díaz, director del Centro de Estudios Demográficos (Cedem) de la Universidad de La Habana, quien el pasado 18 de julio aseguró en un debate parlamentario que casi la quinta parte de los nacimientos ocurridos en 2023 corresponden a madres de 12 a 19 años. El investigador ubica en 50,6 la tasa de fecundidad adolescente y señala a las provincias de Las Tunas, Granma, Guantánamo, Camagüey, Santiago de Cuba y Ciego de Ávila como las de mayor incidencia.

En el caso avileño, los datos de la ONEI apuntan hacia los municipios de Ciro Redondo, Venezuela, Primero de Enero, Baraguá y Bolivia como los más afectados de la provincia en los últimos siete años, al punto de registrar tasas de fecundidad adolescente superiores a la media nacional en varias oportunidades.

Recientemente, en un análisis de la Comisión Provincial de Prevención y Asistencia Social, el doctor Osvaldo Ondarza Vergara, subdirector de Asistencia Médica de la Dirección Provincial de Salud, explicó que el comportamiento de la fecundidad adolescente en Ciego de Ávila no ha tenido variaciones significativas entre el cierre de 2022 y lo que va de año, aunque ya se percibe un incremento de un 1,5 por ciento.

En este aumento tienen un peso importante Morón, Venezuela, Majagua, Ciro Redondo y el propio municipio cabecera. Asimismo, hasta el 30 de octubre se han captado 548 gestantes menores de edad y 276 han dado a luz. De las embarazadas adolescentes, 33 tienen entre 12 y 14 años.

Prevenir es lo primero

A esta altura, es una obviedad decir que el sexo sin condón puede provocar embarazos no deseados, que los preservativos llevan demasiado tiempo fuera de la red de farmacias del país y que en el mercado negro cualquier método anticonceptivo cuesta más de lo que debería. Dos más dos… eso mismo. Es fácil establecer la relación con el fenómeno del embarazo adolescente.

Sin embargo, no es menos cierto que a la falta de anticonceptivos debe agregarse la baja percepción de riesgo que tienen los adolescentes con respecto a las prácticas sexuales desprotegidas, además de la presión que muchas veces ejercen las parejas de las muchachas para no usar condón, aunque tengan uno a mano.

Entrevistada por el medio digital Cubadebate, Matilde Molina Cintra, subdirectora del Cedem, explicó que en 2021 y 2022 aumentó, ligeramente, el uso de métodos anticonceptivos de larga duración, pero estos no lograron satisfacer la alta demanda de la población.

Molina Cintra también destacó que la tasa de abortos voluntarios resulta mayor en las mujeres menores de 20 años, que en aquellas de 20 o más. No obstante, la interrupción del embarazo puede entrañar riesgos para la gestante: hemorragia grave, infecciones, infertilidad, lesiones en vagina y útero… Someter a una adolescente a este procedimiento no debería ser lo común.

El riesgoso camino de ser madre adolescente

En un intercambio con estudiantes y profesores de la Escuela Pedagógica Raúl Corrales Fornos, organizado por la Unión de Periodistas de Cuba y el Movimiento Juvenil Martiano, la doctora Blanca Margarita Angulo Peraza, especialista de Segundo Grado en Ginecología y Obstetricia, explica por qué el embarazo en la adolescencia implica un considerable riesgo tanto para la mamá como para el bebé.

“Anualmente, realizamos alrededor de 500 partos de madres adolescentes en el Hospital Provincial General Docente Doctor Antonio Luaces Iraola. De hecho, cada semana nos llega un promedio de cinco nuevos casos de gestantes en edad pediátrica”, asegura la doctora Blanquita.

“La mujer del siglo XX difiere de la de los siglos XVIII y XIX y, por supuesto, de la del XXI. ¿Por qué? Porque al adelantarse la edad de la primera menstruación, la menarquia, hay niñas que presentan un desarrollo biológico acelerado y comienzan mucho antes su vida sexual. El contexto histórico y social que vive hoy el mundo ha provocado este fenómeno.

“Hace poco realizamos un estudio con 356 adolescentes que se practicaron interrupciones voluntarias del embarazo. De ellas, 139 habían iniciado sus relaciones sexuales entre los 10 y los 11 años; 202 entre los 12 y los 14; y solo 15 tuvieron su primera experiencia entre los 15 y los 19 años.

“La mayoría de las muchachas que llegan a la consulta de Ginecología Infantojuvenil tienen parejas sexuales mucho mayores que ellas. Hablo de más de 24 años, más de 30, más de 40… Hace poco tuvimos ingresada a una muchacha de 16, con inflamación pélvica, cuyo compañero sexual era un señor de 60 años”.

Se habla de riesgos y peligros, ¿cuáles cree usted son los más importantes?

—En esa etapa de la vida, un embarazo puede generar numerosos riesgos, pues las adolescentes no están preparadas metabólicamente para llevar a buen término la gestación; mucho menos cuando presentan una alimentación basada en la comida chatarra. Las reservas nutricionales que estas necesitan para su crecimiento y desarrollo irán a parar al bebé, y aumentará la posibilidad de desarrollar anemia, desnutrición y poca ganancia de peso.

“También crecen las probabilidades de padecer infecciones urinarias, anomalías y sangramientos en la placenta —que pueden provocar la muerte de la mamá o el bebé—, y otras enfermedades asociadas a la gestación, como los trastornos hipertensivos del embarazo, que son frecuentes en mujeres menores de 19 años. Además, el feto puede desarrollar malformaciones congénitas, algunas de ellas incompatibles con la vida.

“A la hora del parto, las madres adolescentes corren el riesgo de sufrir otras complicaciones, debido a que su esqueleto no ha terminado de formarse. Antes de los 20 años los huesos no tienen todavía la mineralización necesaria para garantizar un parto normal. En esos casos, es común el uso de instrumentos como espátulas y fórceps para la extracción fetal, algo que puede provocar daños considerables en la madre y su hijo.

“Como la gestante muchas veces no está preparada anatómicamente para parir de forma natural, se incrementa el número de cesáreas. Este procedimiento es la última opción que tiene el ginecobstetra para extraer al bebé, porque aumenta el riesgo de parálisis cerebrales infantiles, infecciones postoperatorias en la madre, y hemorragias durante y después del alumbramiento”.

ITS: daños colaterales

A principios de los años 2000, cuando la doctora Blanquita comenzó a especializarse en la Ginecología Infantojuvenil, sus pacientes eran pocas y llegaban por lo general, con dolores, sangramientos y desórdenes en el ciclo menstrual. Luego de 23 años, creció el número de niñas y adolescentes que atiende en su consulta: una parte considerable de ellas llega por procesos inflamatorios pélvicos, relacionados con alguna infección de transmisión sexual (ITS).

“En estos momentos estamos viendo un alza importante de las ITS en la provincia y en el país. Por ejemplo, antes, el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) era muy raro en adolescentes; ahora tenemos muchachas de 12 años, embarazadas y seropositivas. Las hemos atendido en consulta. También hay un aumento estadístico de sífilis.

“Las infecciones por virus del papiloma humano (VPH) se vuelven comunes, y estas son las principales precursoras del cáncer cervicouterino. A nosotros han llegado muchachas de entre 12 y 19 años con lesiones importantes en el cuello del útero. De hecho, ya hemos diagnosticado seis casos de cáncer cervicouterino en adolescentes, que en estos momentos reciben quimioterapia en el Hospital Pediátrico Ignacio Agramonte, de Camagüey”.

Estos números hablan de una deficiente educación en temas de salud sexual y reproductiva. ¿Qué otro efecto tiene el incremento acelerado de adolescentes con infecciones de transmisión sexual?

—Muchas de estas ITS provocan secuelas en la salud sexual y reproductiva de la mujer: trastornos de las trompas de Falopio, infertilidad, embarazos ectópicos, abscesos, adherencias, dolor pélvico crónico, etcétera. El daño en útero, trompas y ovarios, a veces, obliga a mutilar parte de los genitales de la paciente.

“Tenemos seis casos de adolescentes a las que se les ha practicado histerectomías (extracción de útero, en ocasiones, con trompas y ovarios incluidos). Siempre tratamos de que conserven, al menos, un ovario, pero en ocasiones estos están en muy mal estado. ¿Qué significa que una adolescente, por una inflamación pélvica, deba ser mutilada? En primer lugar, que no podrá reproducirse. Segundo, si fueron extraídos ambos ovarios, que esa muchacha que no llega a los 20 años experimentará una menopausia inducida quirúrgicamente y verá afectada su calidad de vida.

“La transmisión de ITS de madres a hijos también es un factor a tener en cuenta. En nuestro país no son comunes la sífilis congénita ni el contagio vertical del VIH, debido a la labor realizada durante años por el sistema de Salud Pública. Pero otras como la gonorrea o el VPH sí pueden causar estragos en la salud del recién nacido. La primera provoca conjuntivitis y ceguera en el bebé, mientras el segundo puede infectar sus vías respiratorias e incluso producirle pulmonía o cáncer laríngeo”.

Cuando el mundo se cierra

“Una muchacha que descubre su embarazo debe pedir ayuda a su familia o a las instituciones especializadas. No tiene por qué pasar por esto sola. De todas formas, lo ideal es que pregunte, a tiempo, todas sus dudas, que reciba consejo antes de exponerse a una relación desprotegida. Y que este consejo no venga de la amiguita del aula, que tiene su misma inmadurez, sino de sus tutores legales o de algún profesional que conozca bien estos temas”.

Así lo explicó la psicóloga Ilianne Hernández Verdecia, del Departamento Provincial de Promoción de Salud y Prevención de Enfermedades, en el propio intercambio. La joven especialista destaca que un embarazo a edades tempranas puede retrasar (o incluso hacer imposible) el proyecto de vida soñado por las adolescentes. En su criterio, la deserción escolar, la inestabilidad en las relaciones de pareja, la depresión e incluso los intentos de suicidio resultan consecuencias psicosociales a tomar en cuenta.

“La deserción escolar es muy común. No me gusta hablar de ‘abandono de los estudios’, porque muchas madres adolescentes luego se reincorporan a la escuela. Pero sí es cierto que deben posponer durante un tiempo su formación profesional: consultas prenatales, últimos meses de gestación, cuidados propios de un embarazo de riesgo, parto… Sin duda, todo esto obliga a que el estudio pase a un segundo plano.

“Lo otro es preguntarse qué condiciones hacen falta para que una madre adolescente se reincorpore a la escuela. ¿Quién se ocupará del cuidado del bebé? ¿Se tiene una mamá, una abuelita o una tía incondicional que se haga cargo del niño? Si estudiamos en nuestro mismo municipio y vamos todos los días a la casa, quizá esto no sea un gran problema. Pero, ¿y si estamos becados en otro lugar? ¿Y si queremos estudiar fuera de la provincia? ¿Y si no tenemos una familia comprensiva?

“Otra situación muy común es la inestabilidad en la pareja. Pensemos que tienes una relación amorosa estable con el papá del niño, que este incluso se ocupa económicamente de ti. Tu vida social ya no será la misma. Tu pareja quiere seguir saliendo por la noche, pero tú no puedes, porque tienes que ocuparte del bebé. Empiezas a quedarte en casa mientras tu pareja sale de fiesta. Ahí comienzan la inestabilidad, los engaños, las discusiones y hasta la violencia psicológica”.

¿De la mano de un embarazo no deseado en edades muy tempranas podrían venir, también, trastornos en la salud mental?

—Sí. No es raro que en un contexto familiar tan complejo las muchachas comiencen a experimentar cuadros de depresión y hasta de otros trastornos psicológicos. Si el intento de suicidio existe en distintas etapas de la vida, imaginémoslo en la adolescencia, cuando todavía no está estructurada la personalidad, no existen ciertas experiencias de vida y están todos los procesos cognitivos en su última etapa de formación.

“A muchas adolescentes se les cierra el mundo en un momentico, porque no tienen un apoyo para seguir adelante y ver otra luz. Piensan que no pueden hacer frente a la situación, les aterra contárselo a sus padres, creen que toda su vida se acabó. Y, a veces, cuando el miedo las rebasa, pueden llegar al intento de suicidio.

“Hay que ponerse en la piel de ellas. Un día descubren que están embarazadas, ¡y la vida les cambia totalmente! Tienen que empezar a proyectarse, pero no saben cómo. Se aíslan de las personas de su edad, de sus amigos. A muchas sus familias les dan la espalda. Descubrir a los 15 años que el test de embarazo dio positivo no es, ni de lejos, una experiencia igual de feliz que cuando se tienen 25 años y el futuro bebé es un hijo deseado”.

¿Qué dicen las leyes cubanas?

Ante un panorama como el descrito en estas líneas, es obligatorio preguntarse cuánto protegen las leyes cubanas a los niños y adolescentes. ¿Existen desde el punto de vista jurídico herramientas para garantizar el bienestar de los menores o, en este aspecto, el vacío legal y la permisión se convierten en algo así como el potrero de Don Pío?

Primero, habría que explicar que tanto la Constitución de la República de Cuba como el Código de las Familias toman partido por la protección de niños, adolescentes y jóvenes; y respaldan el “interés superior” del menor. O sea, lo que beneficie al niño siempre primará sobre cualquier otro interés a la hora de decidir un asunto.

“Cuando se trata de relaciones entre adultos y menores de edad, a veces el adulto no piensa en las consecuencias, porque siempre que esté implicado un menor, la Ley protegerá a este, y el adulto será responsable, incluso, en el orden penal”, dijo Mariela Suárez Álvarez, fiscal del Departamento de Protección a la Familia y Asuntos Jurisdiccionales de la Fiscalía Provincial, ante el auditorio de jóvenes.

“Si esta persona mayor de edad, que trabaja, que puede costear algunos de los gastos de la menor, le induce a tener relaciones sexuales, puede estar cometiendo un delito. Sin embargo, muchas veces no hay consecuencias legales, porque no se denuncia el caso, porque las adolescentes se quedan calladas y ven en ese adulto una solución a sus problemas económicos, porque le compra ropa o le recarga el saldo del teléfono”.

El artículo 400 del Código Penal vigente sanciona con privación de libertad o multas administrativas a “quien tenga relación sexual con otra persona mayor de 12 y menor de 18 años de edad, empleando abuso de autoridad o engaño”. Es el denominado delito de estupro.

Sin embargo, esta figura delictiva expone una condición: emplear abuso de autoridad o engaño.

¿Y si un hombre de 40 años comienza una relación con una muchacha de 13, con el consentimiento de la familia de la menor, y no hay evidencias de engaño o abuso de autoridad?

Allí está el vacío legal que, en la vida cotidiana, se traduce en un sinnúmero de adolescentes que hoy viven con parejas que duplican o hasta triplican su edad.

No obstante, incluso con los bordes difuminados de lo que puede ser o no estupro, lo cierto es que la legislación cubana sí garantiza un marco para la protección de los adolescentes y su desarrollo progresivo. Otro problema es que los padres, la familia y los actores de la comunidad presten atención a los menores y a las muchas situaciones de vulnerabilidad en las que pueden caer durante edades tempranas.

Mientras se asuma como normal que adolescentes de 14 o 15 años tengan relaciones de pareja con adultos, que cambien sus proyectos de vida de acuerdo con lo que quiere “el marido” y se expongan a embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual, todas las normativas legales aprobadas estarán condenadas a ser letra muerta, al menos para estas muchachas.

Pero la vida sigue

Tuvo suerte. Les contó a sus padres y estos al final terminaron apoyándola. No fue sencillo, no fue cómodo ni un segundo, pero lo dijo; y en ese preciso instante sintió que sus hombros fueron más livianos, y que la angustia, luego de días de tortura permanente, alzó por fin su oscuro vuelo.

Todavía no ha tomado una decisión. En los próximos días deberá hacerlo. No sabe si quiere ser madre tan pronto o si es mejor abortar. Tampoco tiene mucho tiempo para pensar, pero al menos su familia estará allí para ayudarla, sea cual sea el camino que elija. El que la embarazó no fue tan comprensivo.

Ahora lo sabe. En cinco minutos el futuro se le puede torcer a cualquiera de maneras inimaginables. A veces, no hay vuelta atrás. Pero la vida sigue su curso y, con la ayuda necesaria, se encuentra un mundo de nuevas posibilidades. Siempre hay un camino, una luz, una esperanza, incluso en los momentos de duda y desesperación.

  • Las mujeres con mayor frecuencia que los hombres se convierten en madres en los años de adolescencia y primera juventud.
  • Una de cada cuatro mujeres experimentó su primer nacimiento antes de haber cumplido 20 años, en tanto 12,5 por ciento lo hizo antes de los 18 y al menos una de cada cien fue madre siendo una niña menor de 15 años.
  • El 75 por ciento de las mujeres de 15 a 54 años han estado embarazadas alguna vez y de ellas 40 de cada 100 tuvo su primer embarazo en sus años de adolescencia, es decir, antes de cumplir 20 años y 22 de cada 100 antes de cumplir los18.
  • Al menos un 10 por ciento de las mujeres adolescentes con 15 a 19 años ya ha tenido hijos en una edad que ronda los 16 años.
  • De las adolescentes actuales de 15-19 años, el 15,6 por ciento ha experimentado al menos una vez un embarazo.

(Tomado de Invasor)

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