Un joven de Manzanillo escribió a Juventud Rebelde interesado en un concepto que las redes han puesto de moda porque, según él, describe su situación con una muchacha que le apasiona y prefiere no darse por enterada. Su dolor es que la chica lo trata bien, pero él no está interesado en cultivar amistad, y le mortifica que lo tome como alguien más en su vida.
En realidad, la llamada friendzone es un espejismo de quien elige sufrirla, sobre todo por inmadurez. No es una categoría de relación, sino un estereotipo reforzado en el imaginario popular moderno, aunque haya existido desde siempre
Cualquier temor a «caer» en tal distanciamiento es tan irracional como el miedo infantil al Coco, advierte una interesante reflexión feminista que circula en las redes: ese frío metafórico al que supuestamente te exilia una persona cuando no tiene un interés romántico hacia ti, te priva de disfrutar de una auténtica relación afectuosa que puede ser buena para ambos sin necesidad de cambiar de roles.
Lo común en estas historias es que una parte sí tiene claros sus sentimientos y, aún consciente del deseo ajeno, prefiere no precipitarse en una intimidad sexual que no le entusiasma solo por cuidar el ego o ayudar al otro a anotarse «una más».
No importa el género de quien se crea «congelado»: es una ilusión machista esperar que todas las personas que te gustan deban involucrarse contigo de manera romántica o sexual, y más aún medir la hombría en función del número de conquistas.
La sicóloga Mireya Beltrán sugiere clarificar los sentimientos de una vez y no dejar el vínculo a interpretaciones ambiguas: «Si te dice que no le interesas como amante, pero tu amistad le hace feliz, es tu decisión esforzarte para validar ese espacio común, en vez de sentirte víctima de la situación», aconseja.
De otro modo, si crees que no puedes soportar la cercanía con alguien que te gustaría para pareja, es mejor alejarte. Pero esa también es tu decisión: no puedes culpar a nadie de no corresponderte ni hacerle cargar con tu frustración.
Tal vez si te dieras la oportunidad, aprenderías a disfrutar lo que la vida te ofrece de esa persona que admiras, aunque eso implique dejar ir una expectativa romántica que muchas veces no suele ser profunda ni duradera, a pesar de su intensidad en las etapas de la adolescencia y la juventud.
«Hay personas valiosas que quisieras tener en tu vida, pero dudas de su madurez para aceptar verte de esa manera y eliges no hablarle claro: solo dejas al tiempo la evolución de sus sentimientos. Eso también es lícito, pero sin jugar con ellos ni crear falsas esperanzas», asegura Beltrán.
«Si no es posible mantener ese límite de manera cordial y sientes que se harán daño, lo mejor es apartarle con firmeza», recomienda, a la luz de las consecuencias que puede desatar una adicción hacia determinada persona, alimentada en ciclos de rechazo, esperanza e ilusión ambigua.
De cualquier modo —insiste la también Máster en Siquiatría social y comunitaria—, no debemos responsabilizar a la otra parte de nuestro bienestar emocional. Cada cual debe valorar por sí mismo si le hace bien o no mantener esa cercanía y tomar una decisión. «No eres un ente pasivo en esa historia, ni debes asumir que la otra parte disfruta tu sufrimiento.
«El ego siempre quiere forzar las cosas, no admite sentirse rechazado o insatisfecho en sus expectativas», advierte Beltrán, e invita a comprender que sí puede haber amistad sin atracción.
(Con información de Juventud Rebelde)





