noviembre 22, 2024
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Cubillas o cómo hacerse basquetbolista sin zapatillas ni cancha en el barrio

Por: Arley Puyol Álvarez

Yoel Cubillas, tal vez inconscientemente, no se refiere a los clubes de
ligas extranjeras como “equipo”. Les llama “el club” o los nombra. Pero nunca
habla de “mi equipo”. Esas dos palabras las reserva para Los Lobos de Villa
Clara.

Es septiembre de 2023. En la sala polivalente Giraldo Córdova Cardín, de
Ciego de Ávila, se disputa el Torneo Nacional de Ascenso. Cubillas ahora está
en la recepción de la instalación con un short de mezclilla negra y un pulóver
blanco, o lo que es igual, sin uniforme. El ángulo visual no le alcanza para
saber qué sucede sobre el tabloncillo, solo tiene enfrente la pizarra electrónica.
Villa Clara pierde un partido sin trascendencia, porque ya logró la
clasificación en el primer puesto de la región central a la Liga Superior de
Baloncesto 2024. Cubillas no entiende de derrotas y preguntará si, después de
no convocársele, puede cambiarse de ropa y entrar.

No vino de figurín a hacerse el más villaclareño y salir a la cancha apenas
par de minutos cuando la tensión del partido se dispara y al director no le
queda de otra que echar mano a lo mejor del banquillo. Cubillas se gastó si no
los 40 minutos, más de 35. Y no anduvo con reservas durante cinco choques.
Corrió, corrió y corrió. Por momentos hizo las de organizador, es el líder. Se
atrevió de larga distancia… ¡valió 3! Probó fuerzas debajo de la zona pintada
con su rival y sumó dos más. Era indetenible y lo sabía. La sonrisa pícara lo
delataba. A la defensa evitó lo que no le podían evitar hacer a él.

“En mi rol, siempre tengo que jugar 35 minutos, mínimo. Y tengo que
entregarme al máximo porque todo el mundo quiere ganar. Lo importante es eso. A
veces puedes anotar 30 puntos y perder. Hay que jugar en colectivo, apoyarse,
no discutir. En el equipo se han eliminado mucho las discusiones. Casi siempre
si le vamos a decir algo a un jugador no son cosas malas. Si se equivocó, ya
pasó. Vamos a hacerlo bien en la próxima. Han cambiado el concepto que tenían a
uno mejor”.

Por estos días, Cubilla duerme en la misma sala polivalente, a tres horas y
tantas de los abrazos y besos suspendidos de la madre, hija y la familia toda.
Le faltan también las condiciones de alimentación, entrenamiento, descanso y
demás que posee en su actual club salvadoreño Metapán BC.

“No me incorporé al principio con el club para apoyar a mi equipo a que
clasificara. Representar a la provincia siempre es bonito porque es donde nací,
me crié, me formé. Y la mayoría de los jugadores son con los que empecé: Didier
(González), Nelvis (Guzmán), (Alejandro) Romero, Andy (Boffil). Me hace feliz
verlos conmigo. Se siente bien cuando los ayudo. Cuando ven que, aunque no esté
todo el tiempo con ellos, estoy si me necesitan. Quisiera motivarlos a que
sigan entrenando, jugando, entregándose”, se le quiebra la voz grave y parece
que le entró una basurita al ojo a quien su complexión delgada no le impide
forcejear rudo constantemente con gigantes y no se permite que le afloren sus
sentimientos así.

En La Sabana, un pueblecito del municipio villaclareño de Camajuaní, existe
un combinado deportivo para la práctica de béisbol, fútbol, voleibol,
baloncesto.

En realidad, de baloncesto lo que hay es el aro solamente, porque la cancha
no funciona como cancha. En vez de cemento la cubre yerba alta, y se hace
imposible picar el balón.

La chapuza o la falta de materiales de construcción entonces, quizás
hubiesen impedido que de La Sabana surgiera un pívot que no cabe por la puerta
de su casa sin agachar la cabeza y que toma rebotes y donquea como el abecé de
su vida o como si rugiera espantando imposibles.

A la caza de talentos fue Víctor Clark y, con tanta suerte, acertó con Yoel
Cubillas Rojas, un joven de 16 años que, aunque sin técnica, le sobraban tamaño
y ganas para abandonar los estudios de veterinaria en el nivel técnico medio y
probar suerte en el deporte ráfaga.

Cubillas también buscaba hacía mucho tiempo a un Clark que lo matriculara en
la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE), en Santa Clara. “Entré muy
tarde al baloncesto, pero yo quería ser deportista”. De niño, entrenó béisbol,
voleibol, boxeo, taekwondo, kárate. Fue a entrar a la EIDE por la fuerza de sus
remates y después a base de jabs, pero la mamá no lo dejó internarse
con 10 años, primero, ni le pareció correcto que continuara en un deporte tan
violento. El del baloncesto fue el último intento de Cubillas y ella no pudo
imponerse.

El inicio y su ascenso, contado por sí, demora lo que demora ejecutar un pick
and roll
. “No sabía lanzar ni driblear. No tenía dominio del balón
ninguno. Nada. En mi segundo año juvenil tuve un buen desempeño, quedé líder en
rebotes, que era lo que me habían enseñado. En el tercero, fuimos bronce nacional
y empecé a tener mis resultados”.

No específica cuáles son esos logros individuales, quizás los olvidó. No
están en ningún sitio digital de estadísticas. Realmente no importa tanto. Lo
que le resulta inverosímil todavía es cómo descubrió casi por casualidad que
tenía el don de saltar por encima de los demás y arrebatarles un balón
anaranjado que el destino no le puso en las manos antes que al resto. Y sin
tener zapatillas propias ni shorts, jugó con lo que le prestaron dos
integrantes de Placetas.

“Mi familia era humilde. Mis padres, con esfuerzo, después me compraron un
par con los que estuve mucho tiempo, cuidándolas. Hasta que llegué a la
selección nacional y me empezaron a dar zapatillas, a viajar”.

Cubillas cuenta esa transición de estar en las suelas de otro a subir al
equipo Cuba sin detenerse en que luego de las lides juveniles perdió 14 meses
de juego y bastantes libras durante el Servicio Militar.

Al regresar se echó a ver más su talento que lo que le debía al tabloncillo.
Los Lobos de Villa Clara no clasificaron a la Liga Superior de Baloncesto de
2015, pero Los Búfalos de Ciego de Ávila reforzaron la plantilla con él y
llegaron hasta la final, donde perdieron con Capitalinos y un Jasiel Rivero
indetenible.

“De ahí me llamaron para la preselección nacional. Empezó a cambiar mi
mentalidad, mi enfoque. Tenía que dedicarme más al deporte, exigirme más.
Comencé a tener objetivos. Comencé a pensar que el básquet era el modo de
ayudar a mi familia”, dice como quien busca que “Grande” no sea solo la forma
que encuentren los desconocidos de llamarlo.

Medir 2.04 metros con 24 años no vuelve grande a nadie. No se trata de eso,
sino de hacer valer esa diferencia de tamaño en el tabloncillo con 14.5 rebotes
y 13.2 puntos como promedio por partido en la final de la Liga Superior de
Baloncesto de 2019 ―publicó el diario Granma― para ser el Jugador
Más Valioso y, más que eso, campeón por segunda temporada consecutiva con Villa
Clara.

Antes, para ser referente, creció su baloncesto. El organizador artemiseño
Osmel Oliva les enseñó unos videos de Cubillas en YouTube a
entrenadores del club Rápido de la Unión, de la Liga Mayor de Baloncesto
salvadoreña, y no dudaron en ficharlo. Después su recorrido internacional
incluyó la Liga Nacional Argentina con Regatas Corrientes y su ida sin que
finalizara la temporada, por contrato en El Salvador, donde lo tomó la pandemia
de coronavirus que suspendió el accionar deportivo.

Cuando los números de contagios por coronavirus comenzaron a ser menores,
solicitó sus servicios Costa Caribe, cuarto lugar de la Liga Superior
nicaragüense. Participar en el juego de las estrellas, ser el primero en rebotes
y bloqueos e integrar el quinteto ideal lo volvió a colocar en el interés de
varios conjuntos del área.

De nuevo en El Salvador, perdió finales del torneo Apertura con Metapán BC
―lideró la etapa regular en puntos (675) y rebotes (526), según el semanario Trabajadores
y Quezaltepeque, hasta que a inicios de 2023 rompió la maldición al levantar el
trofeo de campeón junto a Santa Tecla BC y el de Jugador Más Valioso también
tras conseguir un doble-doble: 13 tantos y 10 rebotes en el último duelo, destacó el
medio local El Gráfico.

“La liga de El Salvador tiene categoría porque cada equipo se refuerza con
tres jugadores extranjeros, que vienen con un nivel superior a los nacionales.
Te exiges prepararte bien porque de tus resultados depende la continuidad. Como
te pueden cambiar, buscas un resultado deportivo adecuado a lo que te pide el
couch, tener un rendimiento estable. La disciplina es diferente a Cuba. Como
extranjero, es lo primero. En el mundo profesional sin disciplina no llegarás a
ser un gran jugador. Me he desarrollado, he aprendido muchísimo; pero mis
aspiraciones son ir a un club en Europa. Por muy cómodo que esté uno, nunca
puede conformarse”.

Con la selección nacional es que siente que se ha quedado a la zaga.
Culparse o culparlo sería una injusticia más alta que él. El quinto puesto en
los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador 2023 es apenas una
muestra de que el nivel individual de los cubanos no se expresa en canchas
internacionales. El porqué de Cubillas es cauteloso: “Deberíamos tener más
tiempo a la hora de conformar el equipo. Todos llegamos a las competencias
pocos días antes de diferentes ligas, complicados. Nos llevamos muy bien los
jugadores, eso sí. Los comentarios son de que no le ganamos a nadie. Tenemos
que cambiar la mentalidad, es cierto. Ser ese quinteto que ganó el bronce (en
los Juegos Centroamericanos y del Caribe) en Barranquilla, dejando a México y
República Dominicana fuera de medalla”.

Defender la camiseta de tu país, tener éxito en ligas extranjeras, llevar de
la mano a tu provincia a la cúspide del básquet cubano… Todo eso luego de no
tener zapatillas ni short qué ponerte para jugar y de nacer en un campito sin
cancha de cemento, debería ser la felicidad.

“Puedo pasarme los días escuchando música repartera, viendo películas en
Netflix, yendo al cine si tengo libre esa fecha; pero al final uno siempre está
preocupado por la familia en Cuba. Es pensar en qué van a comer, qué les hace
falta. La vida de un deportista es muy sacrificada. No estás casi tiempo al
lado de los tuyos. Yo me sentí feliz en la Liga Superior pasada, en Villa
Clara, cuando vi a mi hija de tres años que me gritaba desde la grada”.

(Tomado de Invasor)

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