septiembre 20, 2024
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Cuando la maternidad llega temprano

Por: Carmen Maturell Senon

“Apenas tenía 17 años cuando acudí al hospital porque no me sentía bien. ‘Cinco meses de embarazo’, eso dijeron los doctores. Me escandalicé, porque no presentaba rastros de una barriga prominente, y sentí como el mundo se venía abajo”, relata Diana, exdeportista santiaguera, madre de dos niñas y una de ellas nacida en su adolescencia.

De forma vaga, comenta cómo su vida “idealizada” se detuvo por el proceso de gestación. Solo lloraba, recuerda, y lamentó aquel día en el que decidió complacer a su pareja y no usar condón.

“Me tocó terminar el preuniversitario en el horario nocturno. Luego, a los 18 años, comencé a trabajar y mi novio, padre de mis hijas, dejó sus estudios para poder mantenernos”.

Historias como la de Diana son muy comunes en los últimos años en Cuba. Como ella, en el año 2022, 38 de cada cien mujeres tuvieron su primer embarazo en la adolescencia, y la mayoría de una manera no intencional. Si bien esta cifra resulta un punto de alerta, no es suficiente para exponer el grave problema de inequidad social y de salud que supone la maternidad en edades tempranas.

Embarazo y peculiaridades

La transgresión de los derechos sexuales y reproductivos de una adolescente o niña no es la única implicación que acarrea un embarazo precoz.

Maternar sin estar metabólicamente preparada conlleva –en los casos más comunes– interrupción de los estudios, limitación en las oportunidades laborales y la exposición, muchas veces, a la violencia y al abuso.

Natividad Guerrero Borrego, sicóloga e investigadora del Centro de Estudios sobre Juventudes, sabe bien las encrucijadas que sustentan el fenómeno. A su juicio, el embarazo adolescente es multicausal porque confluyen varias determinantes sociales.

Desde una mirada interseccional, el estudio realizado por el Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana, Maternidad Adolescente, dilemas de su bienestar (2024), revela que en Cuba las madres adolescentes son diversas dentro de la estructura social, pueden proceder tanto de ámbitos rurales como de zonas urbanas o de familias de intelectuales.

Los indicadores lo confirman. Siguiendo el rastro de los números, es visible el desbalance en los últimos años. Según datos del Ministerio de Salud Pública (Minsap), en 2023 la tasa de fecundidad adolescente fue de 19,7 %, en contraste con un 17,9 % en 2022. La central provincia de Camagüey, y las orientales Las Tunas, Granma, Guantánamo, Santiago de Cuba y Holguín tienen el mayor aporte.

Al respecto, Natividad Guerrero argumenta que “hay madres adolescentes que logran hacerse una interrupción, no obstante, existen entornos familiares que las estimulan a que tengan el hijo. Otras veces se les hace tarde, no se percatan de los síntomas, ni tienen información de a dónde acudir”.

Bajo esa perspectiva, se visibilizan algunas brechas que, como expresa la investigadora, conciernen a la desigualdad entre la pareja.

“Generalmente, las parejas de estas muchachas les doblan la edad, y eso implica que las presionen. Están más preocupados por tener relaciones coitales y no por la adolescente y su futuro. Otro caso es que hay hombres que quieren ser padres e insisten en la idea, y la muchacha enamorada satisface esa demanda”.

Esta idea se corrobora con los datos de la Encuesta Nacional de Fecundidad (ENF-2022). De las mujeres que para ese entonces tenían entre 15 y 19 años, el 28,6 % estaba casada o en unión, y el 17 % de ellas se encontraba con una pareja de diez o más años mayor. No en balde, en el Código de las Familias se dispuso que la edad para contraer matrimonio fuera a partir de los 18 años.

La problemática no se solucionará con rapidez. Para ello se necesitará comprender que el embarazo en edades tempranas tiene como antesala el inicio anticipado de las relaciones sexuales, la inestabilidad en el acceso a métodos anticonceptivos, la baja percepción de riesgo respecto a las prácticas sexuales, y, sobre todo, la insuficiente educación integral de la sexualidad y de información sobre la anticoncepción.

Educación integral de la sexualidad ¿en centros escolares?

Para Eugenio González Pérez, viceministro de Educación, existe una tendencia a normalizar el embarazo adolescente. Su preocupación es evidente al analizar que la cantidad de bajas en los centros escolares por riesgos en el embarazo, desde el año 2018 hasta 2023, sobrepasan las mil estudiantes, “a las cuales se les da seguimiento hasta su reincorporación al estudio”.

Confirmó que, desde el Ministerio de Educación (Mined) se realizan acciones para prevenir esta problemática: “Se incluyen las escuelas de Educación Familiar, y trabajos con los grupos básicos de Salud; además, estamos potenciando la preparación de los maestros y los promotores de Salud con los mismos estudiantes”.

Con una línea más específica y centrada, en febrero de 2021 el Mined emitió la Resolución 16/2021, que aprobó el Programa de Educación Integral en Sexualidad, con enfoque de género y derechos sexuales y reproductivos. Sin embargo, la aplicación de esta norma se aplazó, y subyace en la sombrilla del perfeccionamiento del Sistema Educativo, como un gran objetivo de la Educación para la Salud.

La máster en Ciencias Rebeca María Castañeda Sosín, jefa del Departamento de Salud Escolar, coincide con el primordial papel que desempeña la escuela en estos casos, y puntualiza que, en el marco del programa vigente, «se diseñaron objetivos específicos en los diferentes niveles educativos.

“En el caso de la Secundaria Básica, el propósito está dirigido a valorar la necesidad de adoptar un estilo de vida saludable y una sexualidad responsable con enfoque de género, que les permita tomar decisiones con vistas a su proyecto de vida, e influir positivamente en el colectivo”.

Rebeca Castañeda argumenta que estos aspectos se reflejan en las diferentes asignaturas y, al ser objetivo del perfeccionamiento, son de carácter obligatorio.

Consciente de que el peso de la cultura patriarcal está latente y hay que erradicarlo, añade que estas acciones están dirigidas a la preparación y capacitación de los directivos, los docentes, los estudiantes y, sobre todo, a las familias, por ser parte fundamental en la formación.

Protección a las madres adolescentes

En el camino a la protección de las adolescentes madres, el país ha establecido políticas públicas que garantizan su cuidado y reinserción educativa.

De ahí que, recientemente, se aprobara el Decreto–Ley 84/2024, modificativo del Decreto–Ley 56 De la Maternidad de la Trabajadora y la Responsabilidad de las Familias.

Entre las reformas, Virginia Marlen García Reyes, directora general del Instituto Nacional de la Seguridad Social (Inass), precisó a este diario que, en el caso de la madre estudiante, se le concede el derecho a disfrutar de la prestación social a uno de los abuelos trabajadores al cuidado del menor, cuya madre es estudiante, para contribuir a garantizar la continuidad de estudios y su autonomía. Además, cuando el menor requiera atenciones especiales, se dispondrá de un tratamiento diferenciado.

El sistema de Salud tampoco permanece de brazos cruzados. Un trabajo publicado en Cubadebate por la periodista Ania Terrero, relata que, con el objetivo de perfeccionar el Programa Nacional de Atención Integral a la Salud de los Adolescentes, desde 2018 se impulsó un proyecto liderado por el Minsap, en alianza con el Fondo de Población de las Naciones Unidas, que implementa los estándares de calidad para servicios de salud sexual y reproductiva en la adolescencia.

Francisca Cruz Sánchez, jefa del Grupo de Atención Integral a la Adolescencia del Minsap, explicó para ese medio de prensa que: “se han publicado libros, normas, guías, para que cada vez se preparen más médicos, enfermeras y promotores de salud”.

El proyecto, que comenzó por los municipios de Buey Arriba, en Granma; Cumanayagua, en Cienfuegos; San Miguel del Padrón, en La Habana; y Las Tunas, incluye el desarrollo de un paquete de servicios integrales de salud que priorizan la participación de los propios adolescentes en el diseño de los servicios.

Pero lo cierto es que, aunque existan estos programas diseñados, no siempre se cumplen en su totalidad. Velar por su materialización es esencial para que la situación se revierta.

***

Cuando se le pregunta a Diana si imagina a su hija en una situación similar, responde con un no rotundo.

“El embarazo en la adolescencia es difícil, traumático y agotador; sicológicamente no estamos preparadas, y cuesta salir adelante. En la vida todo tiene su tiempo, cada etapa trae sus enseñanzas y quemarlas te roba algo que nunca vuelve”.

(Tomado de Granma)

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