diciembre 8, 2025
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Cómo mantener la calma en la tormenta informativa

Vivimos en una época de inestabilidad informativa. Estamos saturados y abrumados de datos, noticias, opiniones y notificaciones constantes. Aún no tenemos las estructuras sociales e informativas para gestionarlo, y esa ola permanente nos pone ansiosos, nerviosos y enfadados.

Esa sobreexposición nos recuerda todo lo que no sabemos y todas las áreas en las que no somos expertas ni expertos. Puedes publicar una idea que has escuchado mil veces en tu círculo social y, de repente, decenas de personas que saben más te dicen que es estúpida, anticuada o incluso prejuiciosa. Si esto pasa, es normal sentirse inquieto, asustado o desconectado de la realidad; ese malestar puede ser una oportunidad para aprender, pero también es algo emocionalmente desestabilizador.

También ocurre al revés: al ver las opiniones de los demás, se puede descubrir que alguien que nos caía muy bien defiende ideas que consideramos inaceptables. Es el síndrome de “me gustaba el tío Bob hasta que vi sus publicaciones”. Empezamos a preguntarnos en quién confiar y si realmente estamos rodeados de idiotas molestos. Todo esto puede hacernos sentir aislados y incomprendidos, sin apoyo, asustados, preocupados y enfadados.

La sobreabundancia de datos y el ruido mediático muestran que necesitamos una nueva “higiene” intelectual: hábitos para no quedar atrapados en polarizaciones, cámaras de eco o fake news. Es probable que esta crisis de información empeore antes de mejorar, pero hay herramientas para estar mejor preparados. Aquí van doce directrices para afrontar la crisis de información en la era digital y mediática:

1. Encuentra un verificador de hechos en el que confíes

Hoy es enormemente más fácil acceder a contenidos científicos y especializados, pero también a información muy convincente y completamente falsa. Convivimos con redes sólidas de información fiable y, al lado, ecosistemas sofisticados de desinformación. Por eso conviene elegir uno o dos proyectos serios de verificación de datos y usarlos como referencia antes de compartir algo o de asumir que una afirmación tajante es cierta.

2. Observa cómo te sientes antes de compartir información

A casi todo el mundo le ha pasado: compartir algo en redes sociales que luego resultó falso. Da vergüenza y la reacción automática suele ser justificarse, afirmar que hay alguna forma en la que es cierto, aunque desde luego no lo sea. Un hábito útil es notar cómo nos hace sentir lo que queremos publicar. Si despierta una emoción muy intensa de cualquier tipo (rabia, euforia, miedo, indignación), ese es el momento de frenar y comprobar los hechos. Cuanto más nos altera un contenido, más sospecha merece.

3. No avergüences a otros

Si queremos sobrevivir a esta crisis informativa, necesitamos nuevas normas sociales. Una de ellas es pausar cada vez que sintamos una emoción fuerte y ganas de reaccionar o reenviar algo. Otra es decidir cómo actuar cuando alguien comparte algo que creemos falso: humillarle en público casi nunca ayuda. A todas y todos nos tocará equivocarnos. Mejor una nota privada, respetuosa y empática. La comunicación solo por texto se presta a malentendidos; evitar alejar a la gente innecesariamente ya es un avance.

4. Dar el beneficio de la duda a las instituciones

Las instituciones que son fuentes de información básicamente veraz serán especialmente vulnerables cuando, inevitablemente, se equivoquen en algo. No existe un sistema de información que nunca cometa errores. Lo que buscamos es un reconocimiento rápido del problema, falta de defensividad, curiosidad por cómo ocurrió, un enfoque en los sistemas y no en los individuos como forma de asegurarnos de que no vuelva a ocurrir así. Eso es lo ideal.

5. Evita “leer con odio”

Internet nos permite buscar justo las opiniones que más nos gustan… o las que más nos enfurecen. Enfadarse puede convertirse en una forma de sentirse bien: “leer con odio” es una forma de sentirse bien contigo mismo, porque refuerza la sensación de que no eres tan tonto o equivocado como los demás. Pero esa tendencia erosiona la realidad compartida, ese mínimo de acuerdos sin los cuales es casi imposible convivir. Cuando se rompe esa base común, se vuelve muy fácil deshumanizar a quienes piensan distinto.

6. Reconoce a la humanidad

La clave aquí es no tratar a las personas como símbolos de una postura política. No estamos rodeadas y rodeados solo de seres crueles o irracionales, sino de personas que, aunque piensen distinto, suelen tener razones que podemos intentar entender. Con muchas de ellas podríamos mantener una conversación medianamente tranquila y encontrar puntos de acuerdo. Reconocer la humanidad del otro no es ingenuidad: es una estrategia de supervivencia social.

Esto va de no tratar a las personas como símbolos. Sobre la sensación de que no estamos rodeados de imbéciles crueles o irracionales, sino sobre todo de personas cuidadosas y reflexivas que, aunque piensen distinto, suelen tener razones que podemos intentar entender. Con muchas de ellas podríamos mantener una conversación medianamente tranquila y encontrar puntos de acuerdo.

7. Ignora las opiniones de los demás

Si estás de acuerdo en que al menos parte de la razón por la que esa conversación y debate se sienten tan tensos ahora es por nuestras nuevas tecnologías de comunicación, quizá eso ayude a dar un paso atrás, no a gritar enfadado inmediatamente a alguien que no está de acuerdo contigo, ya sea en internet o en la vida real. Está bien tomarse en serio las emociones de la gente, pero no todas las opiniones merecen el mismo peso. Todo el mundo tiene una opinión. A menos que la persona sea un experto, es un error tratar su opinión como algo muy importante.

8. Usa tu smartphone con criterio

Si un smartphone estuviera diseñado para cuidar de ti, te ayudaría a limitar ciertas apps a determinadas horas, a programar pausas y a pasar menos tiempo frente a la pantalla. Como eso casi nunca ocurre, nos toca poner límites por nuestra cuenta: desactivar notificaciones, usar modos de concentración, definir horarios sin móvil o, en algunos casos, volver a un dispositivo más simple. Reducir radicalmente el uso del smartphone puede bajar mucho la ansiedad.

9 Limita las redes sociales

Del mismo modo, en un mundo ideal, las aplicaciones de redes sociales facilitarían muchísimo no ver contenido que no quieres ver. Sería sencillo «poner en lista blanca» cuentas, temas, canales de vídeo y tipos de contenido. Es decir, si las aplicaciones de redes sociales estuvieran diseñadas pensando en el servicio público, sería sencillo decirles, por ejemplo, «Solo quiero ver las fotos de mis amigos de su familia, sus mascotas, sus recetas, sus novedades sobre su carrera» o lo que sea que quieras ver, sin tener que enfrentarte a sus opiniones políticas. Estamos viviendo una época en la que vamos a estar molestándonos mucho. Está bien querer preservar las relaciones con familiares y amigos viendo solo su política cuando decides involucrarte en ella.

Y ver a la gente en persona. Si dependemos de la tecnología para la conexión humana en lugar de las interacciones presenciales, nos haremos sentir más solos. Si te sientes más aislado que hace solo unos años, la tecnología podría ser la razón. Empieza por entender que la soledad no es solo algo que te pasa porque has hecho algo mal; Es una característica de la época histórica que vivimos. Haz un arreglo para ver a alguien en persona. Tus amigos querrían saber de ti.

10. No cortes la relación con los niños del todo

Existen algunos servicios online que permiten incluir en listas blancas la versión infantil pero no la de adultos. Esto en sí mismo es terrible para los adultos y para los niños. Crea un borde de acantilado donde o bien tienes – digamos – menos de 13 años y solo puedes ver unas pocas cosas centradas en niños en internet, o de repente tienes 13 y recibes toda la avalancha de terror en internet.

Esto significa que la infancia está más desprovista de oportunidades de entretenimiento y cultura: si todo se accede a través del smartphone de un padre, ¿cómo hacen los niños para poner música para sí mismos o navegar por emisoras de radio? Y significa que no existen vías de acceso útiles donde los padres puedan decidir poco a poco, a lo largo de los años, qué contenido más orientado a adultos pueden saber que su hijo está preparado. Todos necesitamos tecnología que al menos nos permita cuidarnos a nosotros mismos.

11. Haz campaña por mejores leyes

Aunque estos problemas ocurrirían en cierta medida sin las empresas tecnológicas, está claro que muchas empresas tecnológicas ahora los están agravando. Necesitamos leyes que nos pongan a cargo de nuestros propios smartphones y redes sociales, que signifiquen que podamos decir exactamente lo que queramos ver en ellas y cuándo. Merecemos smartphones y redes sociales que protejan nuestro bienestar y el de nuestros hijos; los países deben trabajar juntos en nuevas leyes para obligar a las empresas tecnológicas a hacerlo.

12. Evita discusiones inútiles

Es muy tentador entrar en debates que sabes que no irán a ninguna parte. Una regla práctica: nunca hables de un tema con nadie que solo quiera hablar contigo sobre ese tema. Las conversaciones complejas funcionan mejor dentro de una relación en la que ambas personas se perciben como algo más que una postura. No dejes que lo peor que ha hecho “el otro lado” marque el mínimo aceptable para tu propio comportamiento. No conviertas a la gente en símbolos ni enemigos totales; acepta que, donde personas razonables discrepan, puede haber algo de verdad útil en ambos lados. No insultes a nadie. No rebusques en las redes sociales de alguien que se remonta décadas atrás para sacar a relucir lo peor que ha dicho hoy.

La invitación final es sencilla y radical a la vez: comportarnos como lectoras y lectores críticos, conscientes del entorno comunicativo en el que vivimos, y responsables de cómo participamos en él.

(Con información de The Guardian)

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