Por Gabriela Orihuela
La historia de Sara* puede verse multiplicada en muchos rostros adolescentes. La historia de Sara es una de las tantas que nadie desea contar; mucho menos vivir.
“Salir embarazada a los 16 años, en medio de las pruebas de décimo grado no fue fácil. Por un lado, mi madre regañándome a la par que me apoyaba; por otro, me sentía sola y muy enfadada conmigo y con aquel chico al que le dije que su pusiera el condón y no lo hizo.
“Esa noche me mencionó que no se sentía igual con protección y me aseguró que no pasaría nada. Tenía que haberme ido. ¡Exigir mis derechos como mujer e irme! Pero me dejé convencer”, dijo a Muchacha la joven que prefiere no dar su nombre
Un mes después la adolescente pudo conocer las consecuencias “Bueno, un mes no. Porque desde ese minuto me sentí mal. La preocupación comenzó y no acabó hasta que mi amiga, Melissa, me dijo que la prueba de embarazo estaba positiva”, agrega.
De inmediato supo que debía hablar con su madre, su mayor fuente de apoyo, y descifrar qué haría. Sara no dudó en interrumpir su embarazo para poder terminar, de manera satisfactoria, sus estudios y, a decir de ella, “no adelantar la etapa de ser madre”.
“No fui sola a hacerme la regulación menstrual, mi mamá y mi amiga, Melissa, estuvieron a mi lado. Llegamos muy temprano al policlínico, casi a las 7:00 a.m., sin embargo, no fuimos las primeras; tres muchachas habían dormido, prácticamente ahí. Las tres eran también muy jóvenes: dos de 20 años y una de 14. Rápidamente la cola se hizo más larga. Muchachas universitarias, mujeres que ya tenían otros hijos e hijas y otras adolescentes comenzaron a llegar y a aumentar la lista de quienes esperábamos entrar al salón”.
Desde los asientos se escuchaban los murmullos de quienes iban entrando, algunos quejidos y las voces de la doctora y la enfermera dando indicaciones. “Todo aquello me puso mucho más nerviosa”.
“Estaba frente a la puerta esperando mi turno cuando la abrieron para que la chica de 14 años saliera”. Sara alcanzó a ver su cara frente a un cubo; ella estaba tratando de vomitar. “No te asustes. No a todas les pasa lo mismo”, le dijo la enfermera.
“Entré con mamá, por supuesto; nos sentamos primero y la doctora habló de responsabilidad por si algo malo llegase a pasar, de métodos anticonceptivos y de la importancia de la educación sexual; tuve que firmar un papel con mis datos; ahora confieso que solo pensaba en la cara de la niña de 14 años”, comentó la adolescente.
“Todo fue en automático. Acostarme, colocar bien mis piernas, respirar hondo, nunca cerrar los ojos. Hasta mi útero, llegó un tubo largo y fino que la doctora introdujo con algo de delicadeza. La parte externa la enganchó a un aparato enorme y el sonido comenzó. Un sonido de succión. Eso es lo que hacían.
“No dolió tanto como imaginé, pero es una experiencia que no deseo repetir nunca y que, tampoco, quisiera que otras muchachas vivieran”.
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Nuestro país fue el primero de América Latina y el Caribe en despenalizar el aborto y, desde 1965, se creó la base legal para realizarlo en el marco del sistema nacional de Salud. Resulta singular que Cuba, en su entramado legal, es uno de las pocas naciones que “establecen en su legislación los casos en que no debe realizarse el aborto, mientras en la mayoría se establecen las excepciones según las cuales se practica legalmente”, declaró la Dra. María Elena Benítez Pérez del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), en su artículo titulado La trayectoria del aborto seguro en Cuba: evitar mejor que abortar.
Asimismo, el Código Penal, como parte del título dedicado a los delitos contra la vida y la integridad corporal, en su artículo 267.1 establece que la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) puede constituir delito y debe ser sancionable si: se efectúa por lucro; se lleva a cabo sin el consentimiento de la mujer gestante, o se ejecuta fuera de las instituciones de salud o lo realiza alguien desvinculado de la medicina.
La Resolución Ministerial №24 del 2013 del MINSAP legaliza el procedimiento; en ella se regula su puesta en práctica de acuerdo con el tiempo de gestación (se realiza sin restricciones hasta las 12 semanas de edad gestacional, con la excepción de extender el tiempo hasta la semana 26 ante malformaciones fetales y a las 35 semanas, de forma excepcional, por razones terapéuticas de causa genética).
Por tanto, queda claro, que el aborto es un derecho legal y seguro en Cuba, garantizado a través del acceso gratuito y seguro a centros donde se realiza.
Cuando se trata de casos adolescentes ―en estas cuestiones se toma por menor de edad a las personas menores a 19 años — se requiere, además, de los exámenes médicos correspondientes, el permiso de la madre, padre o tutor/tutora legal.
“De acuerdo con Molina, la IVE en adolescentes constituye la cuarta parte de los abortos generales, lo que demuestra que las mujeres en ese grupo etario están regulando su fecundidad a través de las interrupciones a sus embarazos”, muestra la periodista Arianna Carmen Ramos Martín en el trabajo Aborto adolescente en Cuba: pistas para entender el fenómeno.
“Aunque conceptualmente el aborto no es un método anticonceptivo, la realidad indica que su práctica se ha instalado entre las mujeres cubanas como un método que alterna con los demás métodos anticonceptivos e incluso, en mujeres muy jóvenes, antecede a la utilización de estos en no pocos casos. Ello explica por qué las tasas de aborto constituyen motivo de preocupación entre las autoridades sanitarias del país, y, su uso excesivo, es centro de reflexión y análisis profundo de numerosos especialistas”, subraya la Dra. María Elena Benítez Pérez.
La falta de anticonceptivos, la intermitencia en la disponibilidad de los mismos, la inexistente educación integral de la sexualidad, el poco conocimiento y la escasa responsabilidad en temas sexuales y reproductivos, atentan de manera directa con la fecundidad y el IVE en edades adolescentes. Las cifras lejos de controlarse y disminuir, siguen siendo indicadores alarmantes.
Debemos educar, desde una edad temprana, en salud sexual y reproductiva; dotar a niños, niñas y adolescentes de herramientas claras para su autocuidado y protección. Conocer cuándo y cómo se puede quedar embarazada, qué riesgos presenta llevar a término el embarazo como la IVE en la adolescencia son cuestiones claves que podemos informar.
Cuestión de salud
A Sara, días después de su regulación menstrual, no le preocupan los efectos a corto plazo. Sabe que su ciclo menstrual puede verse afectado y ya casi ni siente las molestias de aquellos terribles cinco minutos; le inquietan esos efectos que, en el futuro, puede tener. Ha escuchado las historias de mujeres que, después de realizarse el aborto, no lograron ser madres por no poder salir en estado o porque tenían abortos espontáneos.
“No es la infertilidad la única posible consecuencia negativa. Quien se somete a una interrupción de embarazo se expone a riesgos como perforaciones uterinas, sepsis, hemorragias y complicaciones asociadas con la anestesia. Además, sus consecuencias pueden extenderse a embarazos posteriores, influyendo en el bajo peso fetal y en otros perjuicios para la salud materna», explica la periodista Laura Serguera en el texto Interrupción de embarazo: La hora de las decisiones.
“Cualquier procedimiento para las adolescentes puede significar mayor riesgo que para las adultas. En primer lugar, estamos hablando de un organismo que no tiene todavía toda la madurez biológica: el útero puede ser un poco más pequeño, el cuello igual y todo eso acarrea dificultades. Pero a la adolescente dentro del sistema de salud siempre se le protege de manera diferenciada. Por ejemplo, en el caso del aborto, se trata por todos los medios de sea farmacológico porque así se evita la instrumentación”, detalla Mercedes Piloto, quien dirigiera la Sociedad Científica Cubana para el Desarrollo de la Familia (SOCUDEF) en el trabajo periodístico anteriormente citado.
Aunque debemos tener en cuenta que no es solamente el aborto una cuestión peligrosa para la salud de la muchacha adolescente, llevar a término el embarazo también lo es. Desde el propio momento de la captación, las adolescentes son clasificadas como de alto riesgo obstétrico, debido a su edad.
Sara se levantó apresuradamente de la camilla donde se había acostado para realizarse la regulación menstrual. Quería escapar de ese sitio. “Tomé la mano de mi madre y nos marchamos, ella contándome cómo me cuidaría y yo con la cabeza baja. Iba pensando que usar protección, conocer del tema y saber decir ‘no’ son las mejores armas contra el embarazo no deseado y las infecciones de transmisión sexual”.
*El nombre de la entrevistada fue cambiado para preservar su identidad.
(Tomado de Muchacha)