¿Alguna vez has aceptado un plan que no querías, solo para evitar un enfado? ¿O te has quedado horas extra en el trabajo sin protestar, aunque estabas agotado? Poner límites es incómodo, pero necesario. No se trata de ser rígido ni de decir “no” a todo, sino de aprender a cuidar tu bienestar sin perder de vista el de los demás.
¿Qué son los límites?
La neuropsicóloga Alba Cardalda los define como “esas barreras que ponemos con el lenguaje o nuestro cuerpo para protegernos emocionalmente”. De ahí la importancia del autoconocimiento: “si sabes lo que necesitas en una relación, que puede ser muy diferente a lo que necesite otra persona, será más fácil tener claro cuándo poner un límite”.
No se trata solo de expresar tus barreras o necesidades, también de entender las del otro. La psicóloga Guada Sánchez añade: “La clave de los límites es una conversación bidireccional y activa, donde expresas tu mapa interno y entiendes el de la persona que tienes enfrente”.
En la familia: el reto más difícil
Establecer límites en un contexto familiar suele ser lo más complicado. Muchas heridas emocionales nacen ahí y pueden existir varias generaciones y que, a algunas de ellas, incluso les incomode el tema. «Esta comunicación constante donde soy vulnerable y te explico bien quién soy y qué necesito, muchas veces es algo alienígena para personas más mayores», remarca Sánchez.
Teniendo en cuenta ese contexto, ¿cómo poner esos límites con éxito?
- Habla en un momento de calma, no en medio de un enfado.
- Reconoce las heridas previas y explica desde la vulnerabilidad, no desde el reproche.
- Busca un escenario de entendimiento, no de lucha.
En el trabajo: negociar sin miedo
El ámbito laboral es otro de los más complejos a la hora de poner límites. «A veces, mi dinero y posición dependen de esa persona. Hace que esa conversación, que en realidad tiene que ser de corregulación, no esté en el mismo nivel. Estamos hablando con una persona que tiene cierto control sobre mi futuro», comenta Sánchez.
Sánchez recomienda empezar por lo positivo:
- Señalar en qué puntos estás de acuerdo con la argumentación de la otra persona, en este caso, el jefe.
- Reconoce lo que tu jefe hace bien.
- Luego plantea lo que necesitas. Demuestra qué beneficios tiene para él y para el equipo.
Evita iniciar con reproches, para evitar que la otra persona se ponga a la defensiva y bloquee la conversación.
En la pareja: amor sí, pero con respeto
Según palabras de Cardalda, se podría hablar de dos tipos de límites: los negociables y los que no lo son. Los primeros tienen que ver con nuestra dignidad, valores, integridad física o emocional. «Uno de ellos puede ser la no violencia en una relación. Sabes que es totalmente rígido. Pero hay otros en los que sí podríamos negociar».
¿Cómo saber si lo que está haciendo la otra persona está traspasando nuestros límites? La psicóloga enumera una serie de claves.
- Cuando en tu relación empieza a haber sufrimiento, cuando la balanza se empieza a decantar hacia momentos donde lo pasas mal, con muchas discusiones o sufrimiento individual. Ahí es donde tienes que ponerle nombre: qué es lo que te está molestando y por qué te enfadaste; qué es lo que no funciona.
- Cuantifica el daño: lleva un registro durante un tiempo, de cuán mal te estás sintiendo o cuánto dolor te está produciendo (ejemplo: escala del 0 al 10).
- Evalúa patrones: si durante tres meses ves que todos los días tu malestar se mantiene en un tres o cuatro en la escala del cero a diez, es señal clara de que algo no funciona.
Falsos mitos sobre los límites
En redes sociales se transmite la idea de que poner límites es decir constantemente “no”. Pero no se trata de imponer, sino de comunicar necesidades.
Sánchez advierte que pedirle al otro que cambie «su mundo interno» no es útil: los límites deben centrarse en acciones, no en pensamientos o emociones.
El equilibrio entre empatía y autocuidado
Algunos jóvenes tienden a ser muy rígidos con sus límites; otros, al contrario, se centran tanto en respetar al otro que olvidan los propios. Sánchez recuerda: “Empatizar no significa renunciar a tus necesidades. El equilibrio es la clave”.
Poner límites no es egoísmo, es autocuidado. Es aprender a decir “hasta aquí” sin miedo, para que tus relaciones familiares, laborales o de pareja sean más sanas y auténticas. Porque cuando te cuidas, también cuidas tus vínculos.
(Con información de agencias)








