Por: Guillermo Carmona Rodríguez
Hace algunos días la Cuba 2.0, la digital, se mueve encima de las tres ruedas de un bicitaxi. Lázaro clama por el regreso de Yarelis, mientras intenta parecer destruido por las penas -en su caso no tan secretas- del amor y el desamor. Sus súplicas hilarantes, por repetitivas y porque provocan un poco de vergüenza ajena, se han vuelto virales en esa contraparte de la realidad, a veces más libertina, que resultan las redes sociales.
Hago un resumen rápido para aquellos que no se encuentren al tanto de la situación. Yarelis abandona a su esposo de varios años por Lázaro. Sin embargo, este idilio no fue tan idílico, sino más bien fugaz: duró menos de dos semanas. El bicitaxista agredió físicamente a la muchacha y ella decide regresar con su anterior relación. Entonces, él comienza una campaña en Facebook con videos y otras publicaciones donde pide perdón, se confiesa un hombre roto y arrepentido y ruega por el regreso de ella.
Esta insistencia en las redes, a veces un sitio con demasiada “chancleta”, generó un fenómeno mediático que ha provocado desde memes hasta parodias. No obstante, también nos coloca frente a algunas interrogantes: ¿qué mediaciones sociales se esconden ante la popularidad de Lázaro y Yarelis? o ¿cómo funciona “lo viral” en Cuba?
Por alguna parte leí que un chiste que no ofenda a nadie no es un chiste; sin embargo, no estoy de acuerdo con dicha postura y el caso de estos dos examantes constituye un buen ejemplo de ello. Antes de proseguir, déjenme aclarar que no recrimino a aquellos que se han divertido con todo lo sucedido, solo invito a reflexionar un poco al respecto.
Desde cierta perspectiva, la comicidad de Lázaro pudiera interpretarse desde un punto de vista machista, en el sentido de que un hombre rompe esa tradición férrea de exteriorizar sus sentimientos o mostrarse débil ante el abandono, y esto puede constituir parte del gancho del fenómeno en una sociedad donde aún restan demasiados vestigios de este flagelo.
Mas, ello no le da derecho a exhibir a la otra persona y someterla y someterse a él mismo al escrutinio público. Hay famas que no deseamos para nosotros ni para nadie que quisiéramos y, actualmente, en esta Isla, donde nos encanta de cierta forma el brete, no hay nombres más mentados o reproducidos que los de Lázaro y Yarelis.
Además, ese proceder suyo de persecución no va más allá de burdo acoso. Existen declaraciones de amor que, si creemos que el amor, como debe ser, sana y salva, lo transforman en pura toxicidad al violentar la privacidad y los espacios seguros del otro individuo.
Tal comportamiento, y si le sumamos el antecedente de una agresión física, nos ofrece el perfil de una persona que pudiera llegar a acciones mayores, incluso, en el más trágico de los escenarios, al asesinato; más de un ejemplo de esto hemos conocido en los últimos tiempos. Hubo quien muy seriamente y otros en tono de burla apoyaron las peticiones de él y lo instaron a continuar; así naturalizan una conducta irrespetuosa y que encierra peligrosidad.
Algún día en Cuba se debería hacer un estudio acerca de qué contenido se vuelve viral. En los últimos meses, como una especie de chucho nacional y que ha paralizado el país, tenemos el caso de las dos felpas de Lili Mantilla; más recientemente la de la mujer que subió una “selfie” suya, donde atrás aparecía su novio desnudo; y ahora el drama del bicitaxista.
Los tres comparten la idea del ridículo ajeno, el “si fuera yo me moriría de vergüenza, pero como no soy yo puedo disfrutarlo”. Dos de ellos, el del hombre en cueros y el de Lázaro, poseen también un componente machista, tanto por burlas hacia el tamaño del pene en el primero como a los ruegos desesperados del segundo, a lo que me referí con anterioridad.
A esto debemos agregarle que en las redes suelen propagarse con más rapidez los productos banales y simples de digerir, que inciten a la risa fácil y al poco reflexionar -lo que no está mal, pero no todo el tiempo-; además de la búsqueda de mecanismos de descompresión ante una vida que por cuestiones económicas se hace difícil.
Aquello que nos hace sonreír habla mucho sobre nosotros, asimismo lo que se convierte en viral en las redes acerca de un pueblo o una nación. No debemos quedarnos con un primer acercamiento a fenómenos como el del enamorado en tres ruedas e intentar desentrañar su esencia detrás de lo simpático. Y, por favor, Lázaro, deja ya la toxicidad con Yarelis.
(Tomado de Girón)