Por: José Lázaro Peña
Antes de contar su historia, Lía admite la equivocación: que escogió una carrera incorrecta y que esto de la formación vocacional tiene un peso trascendental para los futuros universitarios, aun cuando desde los institutos preuniversitarios no se le otorgue la relevancia que amerita.
“En las ciudades no sé cómo funcionará, tampoco en los IPVCE”, dice, pero en su caso, proveniente de un pre rural, la materia fue un personaje cuasi ausente durante aquellos tres años de estudios. “Solo nos hablaban grosso modo de carreras pedagógicas, Economía, Contabilidad y Medicina, claro”.
En su boleta figuró la Ingeniería Civil como primera variante y es la profesión que cursa, aunque no recibió instrucción sobre ella. Para elegir se informó a través de redes, blogs y videos de youtubers, por lo general extranjeros, que se desarrollan en contextos muy distintos al cubano.
Quienes viven en la cabecera provincial pueden acceder a la jornada Puertas Abiertas en la Universidad y otros muchos privilegios de la cercanía geográfica que se imposibilitan para quienes son separados por grandes distancias. Incluso así, piensa Lía, en los planes de orientación deberían figurar conversatorios, encuentros o invitaciones a profesionales y alumnos universitarios a escuelas de los demás municipios de la provincia como mínimo una vez en cada curso.
El de Lía no es un caso aislado. El Departamento de Estadística de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí informa que en el 2022 se reportaron 190 bajas, lo que representó un 19.90 por ciento de la matrícula anual; 71 estudiantes más que en 2021 y 163 más que en 2020.
Es válido señalar que estas deserciones pueden deberse a una multitud de causas como la insuficiencia docente o la inasistencia, y no solo a la falta de formación y vocación. Además, los años 2021 y 2022 estuvieron signados por la covid. No obstante, la cifra se muestra discretamente superior a la de otros cursos.
Habrá quien se pregunte: ¿por qué un estudiante en semejante condición no abandona el barco a tiempo?, lo cual encuentra explicación lógica desde la psicología social.
La falacia del costo hundido o de las pérdidas irrecuperables es un fenómeno psíquico que se manifiesta en la dificultad o la imposibilidad de admitir ciertos fracasos. Esto provoca que, en consecuencia, perseveremos en el error y nos aferremos a recuperar lo perdido de manera irracional.
A ello se suman otras muchas cuestiones que varios entrevistados reconocen como problemas intrínsecos del futuro graduado: la situación económica compleja que experimenta el país impulsa a muchos universitarios a emprender una carrera contrarreloj por la independencia o bien para apoyar de forma monetaria una economía familiar profundamente deteriorada.
“Ya no me puedo a cambiar a esta altura”, “Yo lo que quiero es graduarme de algo”, “Necesito comenzar a trabajar cuanto antes” o “Aguanto un poquito más y ya”, fueron algunas de las respuestas que recibieron las interrogantes formuladas por este reportero.
“Tengo amistades que han dejado la carrera, que se han cambiado; algunos abandonaron los estudios por completo y otros, los más, permanecemos aquí incluso cuando es un secreto a voces que no nos sentimos cómodos ni realizados”, reconoce Lía frente a sus compañeros y todos asienten con acritud.
Ella, solo un caso entre muchos, es una estudiante de ingeniería que se plantea saltar a las ciencias sociales. Y sucede que, aun cuando no lo parece, el que vive esta chica es un escenario tristemente común en la educación cubana.
En el camino por un título existen casos donde las presiones familiares son quiénes dictaminan qué carreras pueden o no elegir. Pedro, por ejemplo, vivió la reprimenda de sus padres cuando ellos, médicos por generaciones, amenazaron con rechazo familiar si escogía la UCI en lugar de ser galeno. O la historia de una amiga a quienes sus padres le cercenaron la vocación de periodista, o la de Abel cuando sus padres le expresaron lo infelices que serían si el hijo estudiara una cosa diferente a la abogacía que ambos ejercen.
Una encuesta aplicada a 20 estudiantes de distintas aulas de duodécimo grado del IPVCE de la provincia, entre los que se encontraba el presidente de la FEEM en la institución, Juan Enrique Rodríguez García, reveló como insuficiente la orientación vocacional en el centro.
Refieren que su mejor sostén es el libro ¿Qué voy a estudiar?, que recoge una breve explicación sobre las profesiones y sus materias fundamentales, pero del el cual han transcurrido casi dos décadas desde su publicación.
Carreras con un perfil que no varía en el tiempo, como Medicina, suelen salir mejor paradas, pero otras como Bioquímica, Física Nuclear, Cibernética, Dirección de Cine, Periodismo o Filología son algunas de las profesiones que más inquietud y desconocimiento suscitan entre los adolescentes.
Y aunque directivos de Educación en el territorio manifiestan que este componente inicia en las aulas y se extiende a muchas de las actividades diarias del estudiantado, la realidad impone su criterio: cuando se trata de la formación vocacional toda asistencia es para bien.
(Tomado de Escambray)