A sus 30 años, Liliam Mendoza Estrada fue elegida diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular por segunda ocasión. Mucho “ha llovido” en este último quinquenio y, quien fuera propuesta en las penúltimas elecciones a partir de su labor en la Brigada de Instructores de Arte José Martí, ahora cuenta en su trayectoria con la misión de llevar las riendas de la Casa del ALBA Cultural.
No hubiera imaginado esos horizontes políticos la muchacha apasionada del teatro, que se formó desde pequeña en las casas de cultura. Eso sí, la vocación de servir la tenía clara desde el inicio de su trayectoria profesional, como maestra en una escuela primaria de Matanzas.
El posterior trabajo en la Brigada José Martí le daría la oportunidad de comprender las dinámicas de las comunidades del país. “Me ayudó a querer más la Cuba nuestra, porque llegar hasta el barrio y lograr una transformación desde el arte fue una manera de crecer, al ritmo de cada pequeño avance”, comenta.
Si bien venía desarrollando la vocación de servidora pública, reconoce que representar a los demás implica mucho compromiso. Sobre todo, porque su nominación fue por el municipio matancero Calimete, un sitio donde no vive. “Es un reto ser creíble cuando no estás todo el tiempo ahí y te dedicas a trabajar en función de asuntos superiores de un sector en específico, como la cultura en mi caso”, dice.
Para Liliam, la cultura es una oportunidad de que las personas se transformen en sujetos más plenos y con capacidad crítica. Por eso, se incorporó al trabajo profesional en el Ministerio de Cultura y luego asumió la dirección de la Casa del ALBA Cultural, con apenas 27 años.
“Mi primer reto fue ser creíble en la conducción de los procesos de ese centro y mirar hacia la articulación regional como meta”, cuenta.
Tiene claro que en su gestión al frente de la Casa del ALBA falta mucho por lograr. No se ha podido tejer una red de artistas y cultores en la región; cuestiones de infraestructura (como el cierre del teatro) han limitado el desarrollo de actividades y quedan deudas con comunidades cubanas portadoras de tradiciones autóctonas, que aún no forman parte de la institución.
Como avances, se han consolidado espacios de música de concierto, latinoamericana y caribeña y se han fortalecido las alianzas con la sociedad civil, así como con las organizaciones de masas en la región y el cuerpo diplomático que reside en Cuba. Sobre esa base, Liliam espera que exista una Casa del ALBA en todos los países que integran el mecanismo cultural, en lo cual debe ayudar el desarrollo de un entorno multimedial en la institución habanera.
Piensa que la cultura debe ser más tomada en cuenta por los decisores, para que se pueda seguir invirtiendo, no solo en lo material, sino también en lo espiritual. “De mi candidatura anterior quedó pendiente volver a colocar a las instituciones culturales en el territorio en el lugar que merecen, incluso, invertir más en ellas y generar el diálogo con los gobiernos locales, para que se entienda también este sector como prioritario”, dice.
“Debemos seguir dialogando con nuestros artistas y dejar a un lado cualquier vestigio de burocratismo. Al mismo tiempo, estamos llamados a fomentar nuestras tradiciones, esas que nos han hecho únicos, como respuesta a los patrones de vida foráneos que permean cada vez más nuestra sociedad. En ese sentido, es imprescindible fomentar una crítica artística y literaria”, explica. Esos asuntos también serán motivo de atención en el nuevo mandato.
De la nominación anterior a esta, además del aumento de la responsabilidad profesional, también ha cambiado para Liliam su contexto personal. Ahora es madre de un niño de dos años. Por ello, afirma, su rol como diputada será todo un desafío.
A lo anterior se suma el hecho de ser joven. “A veces, cuando se colocan ideas generacionales en el escenario parlamentario y no son las concepciones de la mayoría, lograr un equilibrio se convierte en un reto. Pero en este Parlamento hay un número considerable de jóvenes y creo que van a oxigenar la Asamblea, por sus ideas novedosas. Estamos llamados a construir la Cuba del presente y la que legaremos a nuestros hijos. Eso tiene que ser práctica y no mera retórica”, advierte.
Del diálogo con el pueblo, previo a las elecciones, se llevó la impresión de que hay un país participando de forma activa, contrario a lo que muchos piensan. “La gente, a camisa quitada, ha dicho sus problemas, pero han seguido manteniendo la confianza, que es lo más importante. Recibimos el voto de un pueblo ávido de ser escuchado. Por eso, debemos seguir propiciando espacios de diálogo cada vez menos formales, donde la información fluya en todos los sentidos”, dice.
Calimete, el municipio por el que Liliam fue elegida diputada, es una tierra eminentemente agrícola, donde la industria azucarera juega un papel fundamental. La manera en que esas empresas se vinculan con la comunidad fue de las cuestiones más reiteradas en los debates con la población.
“En Calimete hay problemas con el agua. Sin embargo, a veces tienen en el mismo pueblo un central azucarero con una pipa, que trabaja exclusivamente para el central, cuando la población necesita de ella. Esos autobloqueos nos lastran. Hay que contribuir, con lo poco que se tenga, al desarrollo del país”, afirma.
En el camino de una mejor gestión, se deben generar espacios colectivos, como ejercicios cotidianos de intercambio con la población. Es la manera, dice Liliam, de edificar una Cuba más plural, donde todas las personas encuentren oportunidades y la economía crezca. Tarea urgente para esta joven y los 469 diputados que la acompañarán en este período legislativo.